por Marco Güete, Ministro de Liderazgo
Hace varios años un matrimonio joven me hospedó en su hogar, para mi admiración noté que el esposo era el amo de casa al cuidado del pequeño hijo. El era un profesional con un título en ciencia de computadores, en acuerdo junto con su esposa, tomaron la decisión que él renunciará a su trabajo para dedicarse al hogar y al cuidado del niño. Su esposa, ejercía su profesión en el como trabajadora social y era quién traía el salario al hogar.
Cuando mi hija mayor Zandra se casó, su esposo Philip y ella planearon tener un bebé, la conversación entre ellos giraba sobre quien se haría cargo de criar al bebé. Los dos habían obtenido títulos universitarios y querían ejercer sus correspondientes carreras. No asumieron que ella cuidaría el niño, había que decidirlo en común acuerdo.
Hoy en día no se habla de una mujer profesional sedentaria, sino que estamos hablando de una generación completamente nueva de mujeres activas y autónomas, la mujer se enfrenta a realidades y retos muy diversos según su cultura, parte del mundo donde vive o situación social en la que le corresponde vivir y, esto en un entorno rápidamente cambiante. Sobra decir que estamos acostumbrados a notar una mayor presencia de profesionales del genero femenino en ámbitos de la medicina, educación, política, iglesia y otros.
Pero lastimosamente, a pesar de todos estos cambios son muchas las mujeres que todavía se enfrentan a situaciones angustiantes y discriminatorias, parecidas a las practicadas en la edad media, en algunos países, sociedades, gobiernos e inclusive iglesias. Aunque queramos negarlo, en algunas partes aún no evolucionamos por completo. Las comunidades cristianas están en su deber de ponerse decididamente “a la escucha de la mujer” para descubrir la voluntad de Dios desde el ministerio y llamado de ella.