por Javier Márquez
En un mundo que nunca se detiene, donde las responsabilidades y las distracciones parecen multiplicarse, la necesidad de tomar un tiempo de pausa se vuelve esencial. Personalmente, he encontrado que salir a caminar me brinda una oportunidad invaluable para reconectarme conmigo mismo y con Dios. Este tiempo de reflexión y tranquilidad se ha convertido en una parte fundamental de mi bienestar espiritual y emocional.
La Escritura nos invita a encontrar momentos de quietud. En Salmos 46:10, se nos dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Esta exhortación resuena profundamente en mí cada vez que salgo a caminar. Al poner un pie delante del otro, permito que el ruido del mundo se disipe, y en esa calma, puedo escuchar la voz de Dios que me guía. Es un recordatorio de que, a menudo, la conexión divina se revela en los momentos de silencio y reflexión.
Mientras camino, la naturaleza me rodea con su belleza: el canto de los pájaros, el susurro del viento entre los árboles y la calidez del sol en mi piel. Todo esto se convierte en un eco de la presencia de Dios en mi vida. En estos instantes, siento que puedo dejar de lado mis preocupaciones y abrir mi corazón a la espiritualidad. La creación se convierte en un espejo que refleja la grandeza del Creador, y me recuerda que soy parte de algo mucho más grande.
Además, este tiempo de pausa me permite reflexionar sobre mis pensamientos y emociones. A menudo, en el bullicio del día a día, me siento abrumado y desconectado. Sin embargo, al caminar, puedo dar un paso atrás y examinar lo que realmente importa. En Proverbios 4:26 se nos aconseja: “Considera la senda de tus pies, y todos tus caminos serán rectos”. Este acto de considerar mi andar, tanto físico como espiritual, me ayuda a alinear mis acciones con mis valores y propósitos.
Tomar un tiempo para pausar y caminar no es simplemente un escape; es un acto de autocuidado y un compromiso con el crecimiento personal. Es en esos momentos de tranquilidad que renazco y recobro la claridad necesaria para enfrentar los desafíos de la vida. Al reconectar conmigo mismo y con Dios, encuentro fuerza y propósito renovados.
Te animo a que incorpores momentos de pausa en tu vida. Sal a caminar, respira profundamente y permítete la conexión con tu interior y con lo divino. En la quietud, descubrimos la paz que solo Dios puede ofrecer y la sabiduría necesaria para avanzar con confianza.