por Javier Márquez
Nota del editor: Este es el final de una serie de cuatro artículos sobre HNH. Lea el primero artículo aquí. Todas las fotos son de Javier Márquez.
Fue un viaje tropezado por los retrasos aéreos que me obligaron a esperar hasta la madrugada del domingo para poder viajar desde Bogotá a Honduras. Cuando por fin llegué, a la salida del pequeño aeropuerto, me esperaba don Félix con un pequeño cartel de papel naranja escrito con mi nombre. Don Félix es un hombre adulto, bajito, con un bigote gris y un bronceado de todos los días que ha vivido, prácticamente durante toda su vida, en San Francisco de Yojoa. Hacia allá nos dirigíamos y comenzamos nuestro camino apenas salí del aeropuerto.
El ministerio relacionado con la Conferencia, Healthy Niños Honduras (HNH) está precisamente ubicado en ese pueblo, en el Departamento de Cortés, a una hora y media de camino desde el aeropuerto. Ir hacia allá nos encaminó por un trayecto colorido, entre valles inmensos y montañas. Me sorprendió primero ver alrededor de la carretera tantos cultivos de maíz y fábricas alojadas a un lado y al otro de la carretera; luego grandes zonas de ganadería, todas alimentadas por ríos y pequeñas quebradas. También el camino es fresco y notoriamente verde, lleno de aves silvestres y exóticas, con el elemento mágico y trágico de que las mariposas amarillas abundan y vuelan por toda la carretera, que al ser conducida por un auto a 80 km/h se estrellan con el visor del carro como si fueran una lluvia de gotas doradas.
Llegando a San Francisco de Yojoa lo primero que ves es la estructura clásica de un pueblo latino, con sus casas pequeñas y coloridas; sus caminos, unos bien pavimentados y otros terrosos y de trocha; un parque principal donde está la iglesia católica, un lavadero comunitario que se aloja en un tramo de la quebrada y sus tienditas pequeñas.
Cuando por fin llegamos a Healthy Niños Honduras, el equipo estaba en el Centro Nutricional, pero no me pude unir a ellos hasta más tarde, luego de tomar una siesta y descansar la jornada larga y tediosa que había tenido desde que me reagendaron el vuelo hasta que por fin llegué a HNH.
En el camino desde el aeropuerto tuve la oportunidad de hablar y conocer un poco a don Félix. Le pedí que me llevara a comprar una gorra, y paramos hasta tres ocasiones en el camino, contando con toda la paciencia de su parte hasta que hallamos la adecuada. Luego de la segunda vez que nos detuvimos, y no llevé la gorra que me ofrecían, él me dijo de manera totalmente tranquila: «Te llevaré adonde un amigo». Nos detuvimos donde su amigo, en un mercado de pueblo, cerca de San Francisco de Yojoa. Allí, un hombre también mayor, con un semblante bellamente humilde, nos saludó y me vendió una de sus gorras. Efectivamente conocía a don Félix desde hace muchos años. No solo él, sino básicamente todo el mercadito.
A don Félix lo conocen por lo menos en todos los pueblos de Cortés, después de tantos años trabajando con HNH. Él camina o conduce por estos pueblos protagonizando un ritual que se asemeja a un desfile de saludos, y esto se debe al servicio que ha hecho en el ministerio. Durante esta visita a Honduras y a HNH conocí, como don Félix, a muchísimas otras personas que son también el rostro de este proyecto que se levanta en la punta de la montaña del pueblo como un lugar de servicio al prójimo, y cuyo rostro son hombres y mujeres que dedican su vida, y algunos sus tiempos libres, ya sea trabajando directamente con las comunidades haciendo un servicio voluntario, luego de atravesar un largo viaje, atendiendo cientos y cientos de personas en cada jornada, construyendo pisos o cocinando para los voluntarios (y podría seguir enumerando muchas otras actividades y tareas que día a día se realizan), y todo para servir a las personas que son más vulnerables y más lo necesitan: los niños.
Desde mi primera noche hasta el reporte final
En la víspera de la jornada, el equipo se reunió para orar y para empacar cientos de vitaminas que se entregarían durante los siguientes días en las comunidades.
Luego de cuatro días de jornadas, con un equipo de 26 personas, donde 14 éramos voluntarios, se hizo un balance de los resultados:
- Se registraron 517 personas.
- Se revisaron a 282 niños, de los cuales 192 estaban en estado de desnutrición: 68%.
- Se donaron 46 gafas de lectura.
- Se construyeron 8 pisos que benefician a 23 personas/15 niños.
- Se donaron 17 filtros de agua.