por Mark D. Baker
Me senté en un círculo de internos en la cárcel del condado. Eso no es algo inusual. He dirigido un estudio bíblico en la cárcel semanalmente durante más de quince años. Sin embargo, recientemente comencé a hacer un segundo estudio en español. Es en el módulo de prisioneros federales en la Cárcel del Condado de Cumberland (Maine). La mayoría de los hombres reunidos a mi alrededor eran detenidos de la migra (ICE). Podía haber repetido el estudio que acababa de hacer en otro módulo, pero las situaciones y preocupaciones de estos hombres eran muy diferentes. Esa mañana había orado pidiendo una idea que conectara con ellos y que les brindara consuelo.
Comenzamos leyendo Hebreos 4:14-16. Después de comentar que en el Antiguo Testamento los sacerdotes servían como representantes del pueblo delante de Dios, subrayé que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos a un sacerdote que, como humano, ha sufrido como nosotros. Dije: “Hagamos una lista de algunas maneras en que Jesús sufrió.”
Consciente de que algunos de los hombres sentados a mi lado habían huido de la violencia en Venezuela y Centroamérica, comencé observando que cuando era niño, la familia de Jesús había vivido como refugiada en otro país, huyendo de la amenaza de violencia. Diferentes hombres dijeron otras cosas que Jesús sufrió: hambre, traición, acusaciones falsas, ver a otros sufrir. Sin entrar en detalles sobre por qué pienso que “obrero de la construcción” es una mejor traducción de tektōn que “carpintero”, simplemente afirmé que Jesús era un obrero de la construcción y les pregunté qué situaciones laborales difíciles pudo haber sufrido. Añadí otras cosas que sufrió: la vergüenza de ser de un pueblo con mala reputación, vivir bajo un poder político opresivo y la persecución de un sistema religioso juzgador.
Luego les conté mi experiencia al ver las ruinas de la casa de Caifás, el sumo sacerdote, en Jerusalén, incluida una caminata por el sótano que servía como cárcel. Les mostré una foto que tomé afuera de la casa de Caifás y dije: “Mientras estábamos junto a este viejo camino, nuestro guía dijo: ‘Estos escalones son del primer siglo. Este es el camino desde el valle del Cedrón.’ Inmediatamente pensé: ‘Jesús caminó sobre estas piedras.’ Luego, estando allí, mirando los escalones, imaginé a los guardias llevando a Jesús por este sendero después de su arresto en el Jardín de Getsemaní.” Miré a los hombres y dije: “Dios en carne, como humano, ha sido, como ustedes, apresado por guardias, llevado a la cárcel, presentado ante un juez. Dios no solo sabe de su situación, Dios conoce su experiencia.”

Los invité a nombrar las maneras en que estaban sufriendo, solo diciendo una palabra o compartiendo más si lo deseaban. Luego, al entrar en un tiempo de oración, les sugerí imaginar a Jesús a la derecha de Dios Padre, y orar con plena confianza de que Dios conoce su situación. Después de un tiempo de oración en silencio, oré por ellos, dije amén y les proclamé: “Dios está con ustedes y Dios conoce lo que están experimentando.”
Ahora, cada semana me voy del carcel con tristeza. Por lo que leo en las noticias, puedo ofrecerles poca esperanza de que serán liberados. De hecho, temo que enfrentarán peores condiciones en un centro de detención de ICE antes de ser deportados. Sin embargo, como hice la semana pasada, les proclamo lo que sí sé que es verdad para ellos y para nosotros—que nada puede separarnos del amor de Dios—de acuerdo con Romanos 8.

Mark D. Baker
Mark Baker es profesor emérito de Misión y Teología en Fresno Pacific Biblical Seminary (antes Mennonite Brethren Biblical Seminary). Ahora vive en Portland, Maine. Fue misionero en Honduras durante diez años. Ha escrito varios libros en inglés y español, incluyendo Iglesias centradas: discipulado y comunidad sin dedo acusador y ¿Dios de ira o Dios de amor?: Cómo superar la inseguridad y ser libres para servir.
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