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Blog

What I Learned about the Incarnation from Navy SEALs

December 23, 2019 by Conference Office

by Josh Meyer, Leadership Minister (Franconia congregation)

One of the earliest Christians, a man named Paul, writes about something called “the life that is truly life.”  That’s what God desires for us: full, abundant, thriving lives which are marked by things like hope, love, joy, and peace.  The problem is we live in a broken world and therefore fall short of God’s dream for our lives.  We aren’t living the life that is truly life because we’re held captive by other forces, other desires, other sinful patterns of behavior. 

Consider your own life this Advent.  Is there anything that’s holding you back?  Is there anything preventing you from living the life God desires for you?  Maybe it’s skepticism or anxiety or fear.  Maybe it’s insecurity or loneliness or jealousy.  Maybe it’s anger or bitterness or simply a gnawing sense that there’s got to be more to life than what you’re experiencing. 

Jesus comes to rescue us from sin and brokenness and anything that does not lead to life.  And the remarkable thing is how God initiates that divine rescue mission.

Incarnation.

Jesus comes, a newborn sent to a poor, oppressed, occupied people.  This is unexpected and seems unnecessary.  Couldn’t Jesus have rescued us and redeemed the world in a grander, nobler way?  Why this?  Why incarnation?   

A couple years ago I heard about a covert operation that took place in a dangerous part of the world.  A team of Navy SEALs was sent to rescue hostages who were being held captive.  They flew in by helicopter, made their way to the compound, and created a diversion which drew the guards away. 

The SEALs then stormed into the room where the hostages were being held.  These people had been captive for months, the room was dark and dirty, and they were all curled up in the corner, completely terrified.  The SEALs knew they only had a few moments before the guards returned, so they stood at the door, motioning to the prisoners: “Come on, let’s go, you’re free – hurry, hurry!” 

No matter how much they implored, however, the hostages didn’t follow.  They stayed huddled on the floor, cowering in fear, unable to even make eye contact.  They didn’t recognize that the SEALs were there to rescue them, not to harm them.  Perhaps this was an elaborate trick by their captors?    

The SEALs didn’t initially know how to respond.  There wasn’t enough time to individually carry each person out before the enemy returned, but no matter how much they reassured the hostages, the captives couldn’t follow. 

Finally, one of the SEALs got an idea.  He took off his helmet, laid aside his weapon, and stepped into the room.  He walked over to the frightened, dirty prisoners and laid down with them.  He curled up tightly next to them, getting so close that his body was touching some of theirs.  He softened his expression and put his arms around them.  He stayed there for a moment – with them, one of them – humbling himself in a way the prison guards never would have done. 

Finally, some of the prisoners managed to meet his eyes, and there, face-to-face, flesh-to-flesh, he whispered, “We’ve come to set you free.  Will you follow us?”  As he stood to his feet, one of the hostages did the same, and then another, and another, until eventually the entire room followed him to freedom. 

I don’t know what may be holding you back right now. 

I don’t know what’s preventing you from living the life that is truly life. 

But I do know that we have a Savior, a Rescuer, who doesn’t just call to us from afar to follow.  The incarnation is the provocative, compelling, subversive, beautiful insistence that Jesus meets us in the mess and the brokenness of our lives; he takes on flesh so we can know that he is with us and for us.  And the decision faced by those hostages huddled in the corner of that dirty room on the other side of the world is the same decision you and I face every day:  

Our rescuer is here, among us.  Will you allow yourself to be set free?

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Capítulo 5

December 19, 2019 by Emily Ralph Servant

 

MOMENTOS MÁGICOS

El frío me está dando una tregua de dos semanas. Pienso que se debe ser muy nostálgico para considerar que en ciertos grados del frío se puede acariciar el clima del hogar lejano. Y eso fue lo que sentí ayer en la mañana viajando por los campos de Akron, Pennsylvania, en retiro con MCC. Fue un viaje de película, con palomitas de maíz y todo. Yo en las sillas traseras de una van, compartiendo asiento con Theofilo, mi grande y ocurrente amigo Theofilo, que siempre parece traer toda la alegría y ocurrencia de su país que es Chad, mezclado con tanta sabiduría detrás de esos lentes de montura delgada. 

Foto con mi amigo Theofilo.
Foto con mi amigo Theofilo.

Pues desde ese asiento podía ver yo cómo la neblina cubría las laderas de los campos recién cegados; se comía las granjas del fondo -que parecen de película o de libro-, y le daba un ritmo de lentitud sosegada y profundamente silencioso al viaje del automóvil. La neblina siempre ha estado conectada conmigo desde muy niño. En ese camino recordé mis primeros años de vida, en San Nicolás, Suacha, madrugando a las 5 para salir tempranito a estudiar en una de las escuelas del pueblo, desayunando aguapanela con limón, pan hojaldrado, francés, blandito o rollo, de vez en cuando arepas -cuando se estaba de suerte- y dándole músculo al plato con unos huevitos tibios, fritos o batidos. 

El día madrugado, mi maleta pequeña de Mickey Mouse, mi lonchera que nunca podía ser papas porque mi mamá decía que era lonchera y no galguería, pero que sí podían ser snacks de arepitas, los cuales por algún motivo de sabiduría materna, eran más saludables y alimenticios que las típicas papas margaritas o Súper Ricas. 

A esa mañana nunca le faltaba la neblina. Yo, normalmente acompañado de mi mamá o de mi hermana, pues cuando era muy pequeño tenía que ser acompañado por mi mamá, que sufría el frío, y cuando cumplí los 7, aproximadamente, y mi hermana tenía 5 y ya asistía a la escuela conmigo, pues nos acompañamos mutuamente; en esas mañanas nunca faltaba la neblina, que provenía del río, tan blanca y fría, limpia y pura. Era lo más cercano a la nieve que yo conocía, pero la diferencia es que ésta se desplazaba por el aire, cubriendo la atmósfera, envolviendo todo con su abrazo húmedo y fresco, mientras que la nieve se planta en el piso y se vuelve una especie de tapete natural que congela. 

Foto de la neblina colombiana: Pereira.
Foto de la neblina colombiana: Pereira.

Ayer veía la neblina y fue el momento más cercano de casa que he tenido en los últimos 5 meses, a excepción de cuando encuentro buen café o buena salsa. Ésta era una neblina sin montañas y sin contacto, pero con sólo verla podía sentir la congoja del cariño. 

Luego nos bajamos del carro, nos apeamos -como dicen las traducciones hispanas de los libros británicos- y ya llovía, pero sin frío. O mejor dicho, con frío a la colombiana, que suele ser más decorativo que ontológico. Cuando ha habido gente que muere de frío en la zona de Colombia por donde vivo, suele existir una reacción de horror de las personas donde a la vez se siente dolor ajeno, que es una forma escondida para decir lástima, pero también un espacio de incomprensión, como un hueco no explorado que se alberga en el conocimiento por la misma ausencia de experiencias con el frío que rocen con la muerte, por lo tanto la muerte de frío es en Colombia una tragedia anonadada; aquí es una tragedia lógica, y hasta cotidiana del despite. Lo curioso, y que es también una característica que demuestra las diferencias de un lado y del otro, es que también en mi país la gente puede morirse de un despiste, pero no con ello de frío. 

Con estos fríos que bajan y que por lo tanto son un literal presagio latino, se vuelve de verdadera prioridad equiparse con las ropas adecuadas y la información pertinente. La bendición de Dios es procurada solo después de verificar el pronóstico del clima y por su parte las chamarras, sacos, chaquetas, under-wear, medias gruesas y botas se vuelven posesiones de un valor altísimo. Uno puede sentir verdadero amor por quien le regale a uno un par de medias y temerle a los trayectos que superan las dos cuadras de intemperie. 

No obstante, y aunque a su vez llovió, hoy el día se mantuvo educado. Lo que me facilitó salir en mi bici negra, de la cual escribiré después, hacia la casa de Letty y Fernando, que son una pareja mexicana y pastoral de la iglesia Menonita Centro de Alabanza. El viaje tanto de ida como de regreso fue difícil, con el frío lo suficiente civilizado como para ser soportado pero a la vez lo suficiente autoritario como para procurar una llegada sin rodeos. Las calles oscuras de las cinco de la tarde y los carros son una prueba siempre que se sale de casa, además que son avenidas viejas llenas de huecos y parches de cemento que no forman una vía plana sino montañosa.

Me abrió Letty, con un saludo de manta cálida, además que usando esa voz tierna que se suele mal confundir con debilidad pero que en realidad expresa un carácter aplomado. Me invitó a sentarme y me preguntó por si quería café o té. Por Dios, obvio café… bueno, hasta que llega con un pan dulce de México y un tarro de Nescafé instantáneo… ¿y qué té me decías?

Hoy no tengo foto de ella, pero sí la de su pan dulce.

El momento mágico de este día fue ése sin lugar a dudas. Cuando ella me mostró la chamarra que había preparado para regalarme, como conversamos, más una camiseta, pantalón y suéter, esto último para mi sorpresa, más  unas frutas y un té de manzanilla. Un momento especial donde fueron protagonistas al mismo tiempo las dos fuerzas más necesarias de la vida: el calor y el frío. Porque para necesitar calor se debe tener frío, y para tener aliento debe sentirse desaliento, y para sentir cariño debe conocerse la soledad. 

Quiero detenerme un momento en la imagen de esa mujer mirándome desde el otro lado de la mesa, detrás de su computador y sus anteojos que cubren dos ojos agotados. Para repetir el poder que se percibe en su voz suave, la grandeza en su personalidad menuda de mexicana aguerrida a la vida, con corazón sensible y detallista, y que en la conversación que tuvimos me repetía con nostalgia, pero de una forma que me hacía sentir más bien como el testigo de una persona que se repite algo así misma, algo así como un tercero que presencia el eco: “que piense diferente, distinto, no nos hace enemigos; ya sabes, podemos tener puntos de vista distintos pero eso no nos hace enemigos, qué interesante ¿no?”.

Y yo me pregunto ¿a qué se refería exactamente? Porque no parecía seguir el hilo de la conversación de manera lírica, más bien buscaba la oportunidad perfecta para repetir esa revelación con una voz inmolada, conocedora de la vida, asentada y en un sentido floreciente pero algo pírrica, así como los sobrevivientes de un naufragio que viajan a la deriva en un bote con la única luz de una lámpara de petróleo.

Autor: B. Javier Márquez

Filed Under: El Blog de las Pequeñas Cosas

UN ENVÍO POSTAL PARA REPRODUCIR INDUSTRIALMENTE

December 6, 2019 by Emily Ralph Servant

Tercera parte

Nada más faltaba para completar la mañana que tener que aceptar ese café con azúcar. 

Mi prueba reina en el inglés hasta el momento son las tiendas, de pasajes o café, las que sea que me encuentre en las estaciones del tren -perfectamente considerado como el precursor de la cultura estadounidense, su aborigen más destacado-. 

Bien sea porque los vendedores parecen cargar a cada segundo con un afán prematuro inspirado por los cien trenes que llegarán a la estación en el transcurso del día, o porque en mi momento de ordenar traigo conmigo un presentimiento trágico de que ya perdí el tren de mañana sin siquiera haber comprado el tiquete de hoy, resulta que comprender hasta las más básicas expresiones en inglés se convierte siempre en una verdadera odisea. 

Pero hoy hice el esfuerzo de hacerme entender y sobre todo porque no exagero diciendo que era un asunto de vida o muerte. Traté de reunir la mejor parte de mis habilidades adquiridas durante mis meses de principiante en este lugar, en el cual he recogido un buen repertorio de acentos latinos, indoneses y norteamericanos, para pronunciar con toda seguridad la instrucción correcta: “Please, my coffee without sugar… yes, not ‘ssshugarrr’”. 

Pero al final algo pasó, y era que la mujer que me vendió el café tenía dibujado en su mano derecha uno de esos tatuajes Hindúes, que una vez me ofrecieron por dos mil pesos en Bogotá, y el contorno de sus ojos maquillados como los del mismo Brahma; en otras palabras, en su acento hindú mi voz acentuaba lo directamente contrario. 

A pesar de esta reciente derrota que significa el debilitamiento de una de mis más estrictas fronteras, y que además perdí el tren, o peor, quizá compré un tiquete para un tren que ya se había ido, puedo decir que, aunque con retraso, logré llegar a Lansdale de nuevo, y eso se merece un canto de victoria. 

Además en la espera por el siguiente tren, que fue de 56 minutos, mirando el alboroto metódico de la gente, tuve un descubrimiento súbito que esta misma mañana corrobore en Google: mientras la primera línea de ferrocarril en los Estados Unidos fue inaugurada en 1829, nosotros esperamos hasta 1837, cuando en Cuba las frutas y el Tabaco gozaron la inauguración de la primera línea construida en Latinoamérica. Lo que quiere decir que después de todo fue el tren el primero en llegar tarde, para defensa de nuestro caso.

Pero al igual que las mejores victorias, siempre hay alguien más con quien compartirlas. Y hoy fue con mi nuevo amigo Sheldon, quien estuvo monitoreando desde su celular y pendiente para llevarme de la estación hasta la oficina. Si con la palma de las manos se pudiera percibir el sabor del estado de ánimo de una persona, al estrecharnos las manos con el saludo, él habría sabido que hoy llegaba con la emoción agridulce. 

Una paleta de emociones ha usado esta experiencia de vivir lejos de casa para pintarme de sabores de toda clase: agridulces, ácidos, picantes -a veces muy picantes-, amargos, dulces, umamis…

Y comienzo a sospechar, en esa situación de estar sentado en una silla de Suburban Station, viendo pasar los trenes frente a mí y cómo una mariposa café se anda golpeando con la viga desde donde sale el aire acondicionado, que en el fondo escondo una fascinación por esta incapacidad de pronosticar qué exactamente sucederá en mi futuro más inmediato. 

Si se vale esperar más de lo mismo yo paso la prueba. Porque sería lo mismo que esperar más de momentos como el de hoy en el que he sabido qué es sentirse totalmente perdido en un espacio de apenas diez metros cuadrados y con sólo dos opciones de camino; tener que debatirme entre las fronteras de todo el mundo, incluyendo las mías; tener el consuelo de amigos, que si bien no siempre están a mi lado no obstante siempre andan conmigo; y estar susurrando repetidamente hacia mi interior, que es también una manera de hacer un envío postal, “Jesús, Gracias porque sé que estoy aprendiendo”.

Una foto narrada que sí viene al caso:

NEW JERSEY, 11 pm, en alguna playa, bajo algún puente. 

Estamos pescando con Carlos, César y Kevin, salvadoreños, amigos de la iglesia Menonita Centro de Alabanza, quienes me han invitado repentinamente a venir con ellos en un viaje de dos horas, y yo, siempre dispuesto y a la orden, he dicho que sí. 

A estas alturas ya abandoné la tarea y me dedico a escuchar desde la playa el movimiento de las olas. Entonces miro hacia mi izquierda y la luna se descubre de las nubes. Camino hacia esa parte de la playa y me detengo en la orilla. Entonces con mis ojos comienzo a observar un monstruo de dimensiones titánicas. La luz de la luna toca el fondo del horizonte trazando una alfombra de plata sobre las aguas hasta mi orilla. Ahí yo puedo ver todo el océano y escuchar cómo crujen las olas. Me estremezco, me asusto, me maravillo. 

Autor: B. Javier Márquez

 

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Identity in Christ

December 3, 2019 by Conference Office

by Tim Weaver

Who am I?  How do I define myself?  As we gathered around tables at the November 2019 Faith & Life gathering, Maria Hosler Byler invited us to think about ourselves and who we are.  Are we defined by our roles?  Are we defined by our family connections?  Are we defined by how others define us?  She asked questions and invited us to place ourselves on a continuum – and to see how others placed themselves on the same continuum.  Are we eastern PA native or immigrant; introvert or extrovert; male or female; clear-cut and organized or messy and open-ended; in conflict are we direct or non-confrontational;  a rule follower or rule challenger?

Photo by Mary Nitzsche

We spent some time identifying the different roles that we each carry with us:  father, husband, friend, aging white male, pastor, educated, privileged, USA citizen, political party, etc.  After we identified some of the many roles, we positioned ourselves according to our identity we feel most comfortable discussing; our identity we feel least comfortable discussing; my identity where I feel the most joy;  my identity where I have experienced the most pain; my identity that provides me the most privilege; that I am most proud of; that I have to defend the most.

Photo by Mary Nitzsche

Then we read Colossians 2:6-12 from several different translations.  With all the identities we named:  pastor, friend, husband, father, aging white male, activist, etc. – where and how does Christ fit?  How does Christ interact with our identities?  Is Christ simply one of many identities we carry around with us daily?  Paul reminds us that in our baptism we have buried the old and become new.  We have had an encounter with God’s love that shapes our identity.  We reflected on how that is at the core of who we are ‘In Christ’.  It also births within us a new vision of a world made whole, where all are important, and where peace reigns.   Our identity ‘In Christ’ is meant to be lived out through all the various roles we have.  ‘In Christ’ is not a theological debate discussed in abstract terms about certain roles in our lives.  Rather, it is Christ permeating each of our identities.  Growth, maturity, and depth occur as we acknowledge our identities which are most difficult to allow Christ to permeate. 

Filed Under: Articles, Blog

Capítulo 4

November 29, 2019 by Emily Ralph Servant

ABISAÍ BERTHELY REYES

Me sumerjo en las notas. Cada una de sus palabras me parecen información significativa, claras como las palabras que se desprenden del buen vivir. 

Entonces lo miro, lo escucho. Antes de empezar me pidió disculpas y en cierto modo permiso para conservar el silencio hasta que no encontrara la respuesta adecuada, las palabras precisas. Es una forma de presentarse: -Así soy yo-.

Mi mano en el bolígrafo y escribiendo, mis ojos escapando furtivamente de las notas para mirarlo y de esa manera prosigo, al derecho y al revés, en ocasiones priorizando uno o lo otro. Lo veo y pienso: “podría comenzar la crónica describiéndolo en la forma que estaba esta noche, y anoto: ojos agotados, suéter verde (el color lo escribo después sobre el renglón), zapatones negros, jean oscuro, camisa gris, barba de dos días”.

La pregunta. Soy tan torpe de permitir que se me escape una pregunta que es más de cierre que de entrada, pero nos sirve para saltar a un tipo de estanque que son las memorias. 

¿Cómo le gustaría que se contara su historia? (existen tantas formas de interpretar esta pregunta, pero ya ni modos).

Es una sorpresa para ambos que esta vez no hayan lapsos prolongados de silencio. Las palabras se deslizan de su boca a una velocidad serena y rítmica.

Él es inmigrante, es latino, mexicano de Veracruz, estudioso y autodidacta. No mencionaré entre la frase principal del párrafo el adjetivo trabajador, porque a esta altura de las publicaciones sobre inmigrantes me parece que es algo más que obvio. 

Dice que en la belleza hay problemas y en la riqueza conflictos. Se enamoró de Estados Unidos y se enamoró en Estados Unidos. Del país por la diversidad de sus gentes, sus colores; y menciona, como algo que lo hace significativamente feliz, que uno de sus mejores amigos es afro.

“El paraíso debe parecerse a esto, con gente de todas partes”, dice Abísaí Bhertely y me recuerda a una sabiduría que recibí hace tantos años en Bogotá por parte de un taita Muisca, que decía que la leyenda del Dorado se basa en un acontecimiento real: “El fuego avisaría a las personas del triste futuro y entonces decidieron esconder su mayor tesoro, las memorias, de modo que los padres y madres de las memorias se convirtieron en pajaritos y volaron a los árboles”. 

Conecto con Abi de inmediato, hay algo que comprendemos mutuamente como latinos, mucho de lo difícil de vivir en otro país no está tanto en las palabras sino en el significado, o sea, en el pensamiento que le da espíritu a las palabras. Abi habla de la riqueza de los Estados Unidos, que se enamoró de ella, lo cual es su forma de decir que se enamoró de las gentes y su diversidad. 

Escucharlo es aprendizaje puro, y más porque en su voz no se encuentra ningún tono dogmático ni aire de profesor. Eso aumenta mi confianza en sus palabras. Entonces se me aclara una idea, una respuesta+, y me tomaré la libertad de confesarlo en este blog. Es sobre el escribir y el cómo escribir. Me han aconsejado que por facilidades de traducción trate de ser más directo, lo que es para mí otra forma de decir, “más ausente”. Pero siendo más ausente o directo, como sea que le digan, no podría ser más mentiroso. Hacer el teatro de que no estuve aquí, y negarme a la verdad de que las palabras de Abisaí, la manera en que compartirmos historias, de alguna manera me cambiaron, hicieron algo bello. No puedo escribir del encuentro a la vez que me desencuentro. Y si fuera de ese modo, entonces ¿para qué se escribe? Galeano, uno de mis escritores favoritos, dijo: “uno escribe para juntar sus pedazos”. 

BUENAS COSTUMBRES

Las buenas costumbres no se quitan. Cuando escucho a Abi hablar sobre su casa de México y su infancia de esfuerzos y humildad, me imagino ese pueblo cuidado por las montañas y el monte , donde las carreteras levantan tierra, los andenes son pasto y la luz del sol es amarilla y cálida. Un lugar con comida de casa que se vende en las esquinas y cada vecino saluda a su vecino en la calle. Ese sitio donde la madre de uno y las madres de todo el mundo, a lo menos, nos enseñaron a saludar.

Hoy Abi va por las calles de Philly y saluda a sus vecinos, pregunta sus nombres y trata de recordarlos. Dice que es un embajador silencioso, con una lucha silenciosa contra los prejuicios. Abi dice que nada es mejor cura para los prejuicios interculturales -y yo digo que para casi todo tipo de prejuicios- que una buena dósis de encuentros reales con las personas. A eso se dedica con su esposa Sarah  Berthely, una estadounidense hermosa que, según su esposo, lo enamoró invitándolo a comer a un restaurante mexicano que queda en barrio italiano y que cocinan la misma comida de su región. Yo le pregunto: ¿y cómo hiciste vos para ganar puntos con ella?

Se ríe, me promete que le va a preguntar. 

También hace alarde de la buena costumbre de recibir milagros y de vez en cuando encontrarse plata, y recuerda que en México tuvo, en época de estudios, muy buenos momentos de fortuna y que ahora, a lo menos, hace unas semanas se encontró un dólar. -Bueno -pensé yo- para no perder la buena costumbre-.

Me confiesa que lo hace feliz ver caras conocidas en las calles de la ciudad y en el subway porque lo hacen sentirse parte de la ciudad. Además suele invitar a sus amigos a comer: asiáticos, norteaméricanos, afros, latinos. Yo soy testigo. 

La comida también tiene identidades y colores. Por ejemplo, Abi me explica que las palabras mole, aguacate y chocolate vienen de la lengua ázteca Náhuatl. Gracias áztecas. Y le pregunto ¿qué es esa famosa comida que llaman gorditas? Me responde: Ahhh… y se le escapa un suspiro. 

Tanto quisiera seguir escribiendo sobre la conversación que tuve aquella noche con Abi por el sur de philly, pero debo parar pronto debido a las limitaciones del medio. Sólo añado sobre el sentimiento de indignación que sintió Abi una vez, y me lo confiesa, cuando fue testigo en una tienda de lo que llamaríamos racismo auditivo. Me quedo además con su frase: “El Dios en el que creo nos ama a todxs por igual”.

Y anuncio que en el futuro escribiré sobre esas cenas que realizan Abisaí y Sarah junto a otras dos familias de la cuadra, algunos de ellos menonitas, y que también parece ser que esconden el mismo objetivo haciendo uso del mismo pretexto: El encuentro por medio de la comida. Cena a la que además estoy gravemente implicado debido a mi costumbre de hablisuelto, y ahora mismo tengo un mensaje que pregunta por la fecha que estaré cocinando para ellos algunas arepas colombianas. Hoy es el tercer día y tengo que responder.

Autor: B. Javier Márquez 

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The Old Has Passed Away

November 20, 2019 by Conference Office

by Emily Ralph Servant, Director of Communication

Way back in 2012, Franconia Conference’s communication was all over the place.

Our website was set up to automatically send out a new article anytime it was posted (sometimes it notified people when a small change to the website was made!) and we sent a separate email for every announcement, event reminder, or broader-church blurb.  This meant that, some weeks, our subscriber list was receiving an email every day and, some weeks, none at all.

We knew it was time to try something different.

Enter “Intersectings” (it was a play on words from our quarterly paper newsletter, “Intersections”), a weekly digest for connecting congregations, pastors, and delegates across the conference. Intersectings’ original tagline was “where our stories meet,” and we included news articles, blogs, social media posts, announcements, and event information—everything together in one place.  We hoped that the predictability of this new publication would make it easier for our pastors and delegates to stay up-to-date on what was happening without getting lost in an avalanche of emails.

The going was rocky at first—it was hard work to find enough content to fill the newsletter each week and we sometimes got complaints from people that they weren’t being kept informed of what was happening.  But as our communication team got used to the rhythms of the newsletter and as members of the conference consistently began opening and reading it, we found that our communication improved.  It was working.

It’s now almost eight years later, and we’ve decided that, once again, it’s time for a change.

This issue is our last Intersectings.  Early in 2020, we’ll roll out something new that reflects the values and needs of our New Conference.

Earlier this year, we began sharing “Bridges,” an email newsletter to keep members of both Franconia and Eastern District Conferences up-to-date on what was happening during the reconciliation process and to help us get to know each another better.  Beginning next week, Bridges will continue weekly through the rest of this year and into the next.  For the time being, watch Bridges for event information, announcements, congregational profiles, and other important information related to the reconciliation process.

Then, once our New Conference has launched, be on the lookout for our new email newsletter.  This newsletter will automatically be distributed to anyone who has subscribed to either Intersectings or Bridges (although you can always unsubscribe if you’re not a credentialed leader or delegate!).  This new newsletter will include the best of both of our email newsletters—news articles, blogs, announcements and event notifications, and getting-to-know-you articles and profiles—as well as new content that reflects our changing times and contexts.

As we prepare for this change, we’ll be laying low for a couple of months, focusing on all the work that goes into building something new—a new website, a new paper newsletter, a new email newsletter, a new social media presence.  We’d appreciate your feedback and suggestions: What have you liked about our communication in the past that you’d like to see continue?  What new elements would you like to see includeed?  What changes do you think would make our communication more effective?  E-mail me at eralphservant@mosaicmennonites.org.

We work hard to bring you interesting and informative content that will help you stay connected to others in our Conference and to the work of our Conference staff, board, and committees.  But we know the secret to good communication lies with you—all this work is for nothing if you don’t read it.

So thanks for reading Intersectings all these years.  The old has passed away, but—behold!  Something new is coming.

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Let’s Worship Together!

November 20, 2019 by Conference Office

by Marta Castillo, Leadership Minister of Intercultural Formation

All the nations you have made will come and worship before you, Lord; they will bring glory to your name.   Psalm 86:9

Friday Night worship – Conference Assembly 2019. Photo by Javier Marquez

At our annual assembly we worshipped the Lord in song in several different languages and styles.  I wonder if anyone whispered to the person beside them like someone whispered behind me many years ago, “Why do we have to sing in these different languages?  Why can’t we just sing in English?”  I wonder if those at the assembly worship felt comfortable and engaged in the worship songs.  Were they able to enter into the intercultural space of worshipping God in ways and styles and languages that were not their own?  Did it fill them with joy to worship the Lord and bring glory to God’s name with other nations that God has made, even if it was different than what they were used to? 

In an intercultural community, all are transformed because everyone learns from one another and grows together.  In intercultural worship, we learn to choose to continue to worship God in the styles and languages of others.  For me, what began as a discipline and continues to be a choice is now also a joy as I have incorporated intercultural worship as part of who I am with the help of the Holy Spirit. John 4:23 –  Yet a time is coming and has now come when the true worshipers will worship the Father in the Spirit and in truth, for they are the kind of worshipers the Father seeks.

Several weeks ago, I attended a service at Nations Worship Center where we sang songs that had repeating lines.  I appreciated the repetition while singing in a language in which I am not fluent.  The repetition helped me to better understand the song and enter deeply into the spirit of worship.  However, I must admit that I have not always appreciated songs with a lot of repetition.  What I have learned to do is to go with the repetition rather than fight it. I can worship God in song as I repeat the same phrase over and over and meditate on the truth, just like I can pray or meditate on a phrase of Scripture. 

Lynne Rush (West Swamp congregation) leads a hymn at Conference Assembly 2019. Photo by Javier Marquez

Last weekend I attended a women’s retreat where we had a hymn sing.  We sang hymn after hymn in a group of talented and passionate singers.  It was beautiful.  I was struck by the multitude of beautiful thoughts and word pictures that hymns contain and express in worship to God.  But I had to choose to engage my mind and process the thoughts in worship to God as I sang complex music.  I enjoyed the repetition of the choruses.

Matthew Westerholm, on the Desiring God website, suggests that often “our discomfort also comes from where we live, if you live in the Western world. Western culture treasures the novelty of words. It might feel like singing many words per minute is a worldwide Christian preference. But it’s not. It’s a Western oddity. If you were to listen to indigenous music from almost anywhere else in the world, you might describe it as “rhythmic, danceable, and repetitive. It may feel strange to discover that our personal preferences are a cultural anomaly. It is humbling to discover that we have something to learn from others, but not surprising. And it is the sort of humbling that, if we are willing to accept it, will bless us greatly in worship.”

Let us worship the Lord in unity, seeking to honor the worship of the nations as our own!

Filed Under: Articles, Blog Tagged With: Conference Assembly, intercultural, Marta Castillo, Nations Worship Center, Worship

ESTA SUERTE PARECE LA MANO DE DIOS

November 16, 2019 by Emily Ralph Servant

 

Rápidamente llegamos al estadio de los phillies caminando a paso de desinterés, en lo que a mí respecta y frente a lo que acostumbro siempre que voy a presenciar un espectáculo futbolístico. En el fondo se escuchaba la música del juego iniciado diez minutos antes -ah, ese órgano-, pero la gente andaba por todos lados, como ovejas descarriadas; boleta paga y comida servida. Nosotros tuvimos hasta tiempo de tomarnos una foto, discutir sobre el mercado que parecía el estadio, un sitio donde quizá el cristo del fútbol habría causado un escándalo; pero aquí en la tierra más fecunda de deportes era al parecer el objeto, desplazando al béisbol a la grada de las simples excusas. 

Después de 40 minutos de strikes, comerciales y saludos a la cámara yo ya empezaba a ser una presa más de ese tipo de amor que predican los viejos, que anuncian la venida del reino de la madurez y recompensan la fascinación por el sosiego y la parsimonia. Cuando de repente llegó el ‘home-run’ -¡llegó el ‘home-run’!- y estalló el estadio. Todo lo anterior, el camino de casa hasta acá, las boletas, las palomitas y la paciencia -sobre todo la pacienciáa-, pertenecían ese justo momento -yo era nuevo y no lo sabía-; todo lo pagaba ese batazo providencial del jugador que auguró la canción de rock.

Seis meses atrás yo estaba en Colombia, necesitado de esa misma actitud de espera mansa y labriega que posee a los aficionados del bate y la pelota, mientras me consumía la ansiedad ávida de deseo que invade hasta a los hinchas más refinados del fútbol. Y entonces pasó lo mismo, un ‘home-run’ -amigos de infancia, aprendí que no es ‘hong room’-. La jugada que lo pagaba todo, la que llegaría en cualquier momento pero sobre todo hacia el final, envuelta en un sobre de mensaje digital que me enviaban Matt y Kristin:

“Buen día Javier, esperamos que estés bien. Te escribimos para informarte sobre una oportunidad para tu año en IVEP. La coordinadora internacional cree que sería una buena oportunidad para tí. La organización es Franconia Mennonite Conference y la posición es Intercultural Communication Associate”.

Enseguida cuadramos una entrevista que al final salió de maravilla. Me parecía que les estaba gustando la novelería cómica de mi inglés criollo y por mi parte podía sentirme felizmente cómodo con ese encuentro dígital que yo empezaría a considerar como de bienvenida y no, como se me había introducido, de selección. Desde entonces Franconia se convirtió en el acontecimiento más importante de mi año superando la navidad… yo ya era tan de Franconia, sin siquiera haber abordado vuelo ni tener visa…

«En el estadio de béisbol estudiaba la pantalla gigante mucho más que los movimientos de los jugadores. Y mi sorpresa por las gambetas futboleras era remplazada por mi sorpresa a las estadisticas deportivas de cada jugador; ¿tan difícil era realizar un ‘home-run’ que había jugadores con apenas dos en muchos años de carrera? Mientras había números en algunas fichas que exigían al menos uno por juego a rebuscados jugadores indicados por el mismísimo dedo de Dios ¿a otros habría que acuñar el prodigio a las reservas de los milagros de la fe? 

Seguramente lo mío con Franconia era de estos milagros de la fe. Yo no tenía ni por las curvas -ni cerca- una idea vaga de qué era Franconia Conference y ni siquiera estaba entre mis más de 50 opciones de trabajo que MCC me había enviado en el diciembre del 2018. Sólo había llegado, tan ideal como una relación sentimental sospechosa, y me tenía saltando de un pie. 

Entonces el sentimiento me mereció la solemnidad del más sincero agradecimiento a Dios y a la vida ¡Cuántas oraciones y deseos con los años, desde esa Suacha nuestra, por poder trabajar con comunidades inmigrantes a la vez que hacía este oficio que estudio! En Colombia decimos ‘como caído del cielo’. Así que ¿por qué estoy acá?, porque después de todo soy un simple suertudo con un buen amigo que de hobbie suele contar las hojas que caen de los árboles. 

-Dato personal: Me pareció hasta medio ofensivo, a pesar que es a la vez un maravilloso rasgo de identidad, que en otro correo, luego de la video llamada con Franconia, MCC me escribiera algo así como: ‘¿Cómo te pareció el trabajo? ¿Sí te gustó? Porque si quieres podemos mirar otras opciones’.

Pdta: Gracias Hendy por comprar esas boletas y venir conmigo al estadio. 

Autor: B. Javier Márquez 

Filed Under: El Blog de las Pequeñas Cosas

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