Querida Julia,
No deja de hacer frío y tú más que nadie sabes cómo el frío me genera mala música en el corazón. No olvido el último invierno que tuvimos la fortuna de compartir estudios en esa ciudad donde creciste y amas como a ninguna otra, compartiendo, además de lecturas, la tetera para preparar tus té de plantas aromáticas y calentar el agua para mi café que lo preparo yo mismo, rehusando la cafetera.
Como te prometí antes de salir por los propósitos de la misión que me has otorgado, empiezo de este modo a relatarte los hallazgos de mis peritajes, que has dispuesto para mí en el desarrollo de tu amable y noble tutoría y discipulado.
Luego de tanto esfuerzo de lecturas largas, reflexiones serias y servicio fiel, tu sabia voluntad ha entendido que lo siguiente es emprender esta búsqueda de, como bien me lo has descrito, “encontrar lo profundo del corazón de Dios en las personas o en los hechos que conozca en mi viaje de investigación”.
No llevo mucho desde que salí de la comodidad de tus tutorías y ya tengo la alegría de poder comunicarte mis primeros hallazgos. He visto a Dios, en el sentido que me has incitado, fruto de una conversación maravillosa con una mujer, donde ella me ha relatado algunas esquirlas de su vida pero que han sido más que suficientes para empezar a comprender mejor aquello de “encontrar lo profundo del corazón de Dios en las personas…”.
Su nombre de casada es Marta Castillo. Vive en Norristown, sitio que no me quedó claro si es una pequeña ciudad o un grande pueblo, en el Estado de Pennsylvania. Tiene bastantes años en este sitio, donde se ha casado años atrás y ha criado a dos hijos, Andrés y Daniel. Su esposo es colombiano, de Cali, y su nombre es Julio, similar al tuyo, pero sobre todo un nombre de calendario.
Sin embargo, no siempre vivió aquí. Es hija de dos misioneros que la educaron en su niñez en el país de Indonesia. Ya sólo con estas cortas líneas te estoy dando un pliego de información implícita. Infancia en Indonesia, país de islas y picantes, esposa de un colombiano, gente de cafés y músicas, más el ingrediente de su propia nacionalidad estadounidense, gente que tú conoces mejor que yo, pero que me aprecio de decir sobre ellos que son personas con una capacidad de curiosidad admirable y un país de variadas geográficas. Marta me contó que desde niña siempre se sintió parte de un equipo ministerial, porque sus padres así la involucraron a ella y a su hermano con su tarea de servicio.
Tanto le gustó esa vida de servicio que cuando supo la noticia de su salida de Indonesia deseaba viajar a cualquier otro país que no fuera su país natal para poder continuar con su vida de servicio. Esto no sucedió, pero como ella misma me lo comentó en la conversación, ´Dios siempre tiene sus propios planes´.
Estudió para ser maestra y luego del grado, hizo por tres años un voluntariado de enseñanza de inglés a niños con problemas de aprendizaje en la ciudad de Washington D.C. Esto me da una idea de los niveles de su paciencia. Después de esto sucedió que la llamaron a ser líder de un programa de jóvenes en la iglesia de Norristown, con el detalle de que cuando llegó al lugar, con ella sumaban una líder de jóvenes y ningún otro joven para liderar. Pero a pesar de este pequeñito inconveniente se quedó en Nueva Vida, un lugar donde ella encontró una comunidad honesta por la forma en que recibían a todas las personas y compartían los servicios en distintos idiomas uniendo a latinos y estadounidenses. Ahí, como seguramente has empezado a sospechar con tu práctica inteligencia, conoció a Julio, con quien se casó en apenas 14 meses después de empezar a salir. El amor es más sencillo de lo que uno se establece.
En este momento se interrumpió momentáneamente nuestra conversación porque la mesera nos trajo las bebidas calientes y unos panes dulces que habíamos ordenado unos minutos antes, momento en el que logre observar un libro que traía en su bolso, que traducido del inglés decia: “Re-discipulado a la iglesia blanca”; Marta notó que me había detenido en mi atención hacia su libro, y me contó brevemente que trataba de reflexiones de un hombre cristiano que había tenido bastante experiencia intercultural para así poder hablarle a sus hermanos y hermanas de las iglesias blancas sobre lo aprendido.
Marta me contó que en Nueva Vida ayudó en cada rincón del campo. Realizó cada tarea necesaria en la iglesia, y de repente le vino la oferta de ser pastora, un llamado que venía sintiendo con los años. Pero de inicio fue cosa difícil para Julio, “¿Qué es ser el esposo de una pastora?.” Marta quería su apoyo y más o menos después de un año Julio supo de Dios que él no podía ser un obstáculo para el llamado de su esposa sino todo lo contrario, su apoyo.
Así fue que inició su ministerio pastoral que se extendió por 10 años. Periodo que aprendió algo fundamental para ella, la importancia de sostener su trabajo de pastora sobre la base del relacionamiento, el caminar junto a las personas, conversar y acompañar. Cuando llegó el tiempo terminó esta etapa de su vida, confirmada por un sueño de Dios, y se encontró trabajando con la conferencia Franconia, apoyando 3 iglesias como Ministra de Liderazgo. Hoy sigue aquí y parece ser que el siguiente año va a trabajar con un total de 8. Además es miembro del equipo intercultural. Tarea que no le parece fácil, ella dice que el trabajo con personas de diferentes nacionalidades y culturas le exigen mucha flexibilidad y humildad.
La tarde se pasó muy rápido a pesar del frío. Pero antes de despedirme de ti comparto algunas de las palabras de Marta que más me han gustado: “Siempre me gustaron los desafíos, mi postura es siempre decir sí a Dios. Cuando uno no se siente preparada, que no es capaz, Dios surtirá”, “En Nueva Vida aprendí con la iglesia latina a orar con más libertad, me siento más cómoda y libre orando en español que en mi idioma”, “… ese sentimiento de nunca estar completamente preparada, pero siempre lista”, “El ministerio intercultural debe ser orgánico, sin tanta estructura, fluido”.
Mi deseo es escribirte pronto sobre un nuevo descubrimiento que haga en mi viaje. Hasta pronto querida Julia, cuídate de los fríos y respóndeme sobre tus impresiones de los primeros frutos de mi misión. Disculpa por lo extensión de esta carta, sé por lo mucho que me has repetido que no son tus favoritas.
Con cariño,
Quien solo llamas por el sobrenombre del Curioso Impertinente.