Es irónico que al escucharnos hablar español suelen cambiarnos de país, una palabra, el uso de nuestra lengua, la pronunciación de la R, la H intermedia, la J, la Ñ, al más mínimo indicio del español en nuestra boca y de inmediato nos dan pasaporte, registro e incluso ciudadanía Mexicana. Somos desplazados con la bobalicona (tontos, incapaces), fuerza de una vacía idea.
No saben, peor, no se imaginan el universo inmenso que hay al sur de la frontera, que inicia su inmensidad desde el Río Bravo, pero sigue su vasta extensión más allá de las fronteras mexicanas.
Es tan vasta nuestra realidad, que incluso nosotros la desconocemos y la palabra también se queda corta para describir, con sus convencionales recursos, la riqueza de este continente que por décadas y siglos sigue mostrándose indómito frente a la conquista, el sometimiento y la comprensión humana.
¿Cuántas veces en nuestras iglesias no nos hemos asombrado por el descubrimiento de algo que pensábamos que no había en América Latina y cuyo testimonio es llevado a nuestros oídos por un hermanx (hermano y hermana)?
¡No pareces latina!
¿Cuántas veces en lugar de asombro hay desconcierto?
Una mujer afrolatina en un consultorio médico –ella me contaba- cuidaba a su hijo que jugaba en el tapete y otra mamá le dijo a su hijo: “Si ese niño te pega, tú le pegas”, entonces nuestra protagonista le dijo también a su hijo: “Si ese niño te pega, vos también le pegas.” La otra señora saltó del asombro ¡no pareces latina!
Debemos estar ciegos y ciegas para que incluso como hispanos no podamos ver en la palma de nuestras manos la herencia de diversidad y riqueza cultural que representamos para el mundo y la historia.
Lo afrolatino
Hace poco celebramos el mes de la herencia afroamericana. Y con ello también lo afrolatino. Pensemos cuánto debemos a los campos de la política – ¿qué habría sido de los procesos independistas de Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador y Panamá sin el país negro de Haití?-, del cine -¿cuánto le debe el cine latino y sobre todo el mexicano a Cuba?-, la música – Les reto a que me mencionen música latina que no nos haya hecho famosos y que no venga del Caribe… exceptuando el Tango-, la comida -¿Y los frijolitos qué?-, y el voto de dignidad y resistencia que nos ha elevado a las memorias más altas de la historia humana –pensemos en el Palenque- las culturas y las gentes que son descendientes de África. Hermanos y hermanas que nos han compartido su identidad, mucho de lo que somos fue primero de ellos y ellas.
Por último, tomemos las palabras de nuestro hermano Andrew Bodden, un afrolatino de Honduras: “El llamado de la iglesia en general es practicar el evangelio de Cristo, yo siempre digo que Jesucristo nos dejó la vacuna para todas estas situaciones anormales que acontecen en nuestra sociedad de discriminación y esa es tan sencilla como amar al prójimo como a ti mismo, con algo tan sencillo como esto cambiamos el contexto, el mundo y todo lo que nos rodea.”