En sus recuerdos de la niñez era feliz corriendo por la playa en compañía de sus hermanos y su padre. Años después Isaac viviría días de soledad en una ciudad tan lejana y desconocida, a donde no pertenecían. Luego en un vecindario peligroso y después, cuando ya su vida parecía haberse plantado en New Jersey, otra vez de salida en dirección a Sarasota.
El avión aterrizó en plena nevada
Cuando aterrizaron en Nueva York, la ciudad atravesaba una tormenta de nieve. José Rivera estaba junto con su esposa Elena de pie en el sitio de llegadas en el aeropuerto con cada uno de sus tres hijos: Isaac, Islia y Jaser. Nadie los había ido a recoger. Nunca se supo qué sucedió con la persona que les había traído a los Estados Unidos con la falsa promesa de pastorear una iglesia. Juan José llamó un amigo y logró conseguir cama y techo a su familia por la primera noche en los Estados Unidos. Se mudaron a Lancáster, donde pasaron tres meses rebotando de casa en casa, familias que les permitían hospedarse por un par de semanas, hasta que José encontró trabajo como sastre y limpiando en un hotel. No llevaba mucho tiempo cuando la Conferencia Menonita de Lancaster lo llamó para invitarle a pastorear una iglesia en Camden, Nueva Jersey.
No ha sido fácil ser hijo de pastor, nuevos en todas partes
Su padre don Juan José Rivera, señor de años y muchas historias, ha sido pastor casi por toda su vida. Hace 26 años, un 4 de abril, se movía con su hijo mayor desde Nueva Jersey hacia Sarasota, Florida. Se mudaba a pastorear la iglesia Seguidores de Cristo, donde aún funge como pastor. Fue un cambio duro para Isaac, al poco tiempo de haber llegado ya quería devolverse. Su madre y hermanos debieron esperar seis meses para que la familia entera se pasara a la Florida. Para Isaac no ha sido fácil ser hijo de pastor, porque es complicado estar siempre bajo la vigilancia y el señalamiento de todos, pero es hombre agradecido, porque valora la educación que recibió de sus padres.
La voz del señor
Isaac, piensa de sí mismo como alguien tímido y reservado, Uno de sus sueños es comprarse una casa cerca a la playa para volver a trotar en las mañanas y lanzarse a las olas a eso de las 7 de la mañana. Siente un llamado de cuidar a otros. Es profesor de escuela dominical, disfruta de la predicación y la enseñanza. Devora libros como un bibliotecario. Labora en una imprenta y vive junto a su esposa Osmeri con sus hijos Jacqueline, Ammishaddia, Andrew y Madeleine. La historia de su familia es una historia de riesgos impulsados por el amor a seguir la voz del Señor.