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El Blog de las Pequeñas Cosas

Capítulo 8.2

March 16, 2020 by Emily Ralph Servant

 

Muchos zapatos, el primo mío, “no me llame tierno”, las cosas del facebook, el autobús bíblico y las fronteras.

SARASOTA

 Luego de una breve vida de tour, Yamile y Robinson debían volver a Colombia, finalizado el convenio hecho con el circo, pero después de meditarlo mucho decidieron quedarse en éste país; en esto sí habría influido algo el contraste de aquellos días cuando Robinson caminaba por las calles de Colombia y al pisar un chicle sabía de inmediato el sabor del chicle y esta nueva época de habitaciones y líneas dibujadas con pares de zapatos. 

Llegaron a Sarasota, Florida, en compañía de sus hermanos. En esta ciudad pequeña volvía a re empezar su vida: en un país desconocido e inmenso, sin la protección de ningún circo y un bebé en camino. Robinson consiguió trabajo con otros hombres latinos en una pequeña empresa dedicada a pintar superficies, al poco tiempo compró un carro. 

LOS NUGGETS Y LAS PAPAS FRITAS

El tiempo fue pasando lentamente y con la llegada de su segundo bebé se daban cuenta que cada día se hacía más difícil la opción del regreso, siendo que ahora no se debían únicamente la subsistencia propia sino que también velaban por sus dos hijos. 

Wilches y Santiago. El más joven es un bebé que a pesar de ser un bebé negro, y estar viviendo en Florida, una zona donde han vivido por generaciones afrodescendientes norteamericanos, de verlo se nota de sobra que es colombiano debido a algún hipnotismo extraño que posee y que es bastante difícil de explicar; o eso experimentan los colombianos al verlo, igual que el autor de esta crónica, que lo supo de inmediato al verlo por primera vez en el salón de la Iglesia Seguidores de Cristo, una comunidad anabautista. En ese momento pensó: “Ese pelado parece ser primo mío”, sin haberse enterado que era el hijo de Robinson y Yamile.

El mayor, Wilches, trae en su ADN, su carácter y su ánimo, la herencia costera de ser, donde quiera que se pare, el alma de la fiesta. Tiene apenas 4 años pero ya tiene claro lo que piensa hacer con su tiempo en esta tierra: será misionero. Y yo no estoy muy seguro que la labor de un misionero sea la de dar respuestas sin filtro, pero sea así o no lo sea, Wilches ya cuenta con esa característica que le podrá aportar en cualquier oficio que se resuelva finalmente a hacer en el tiempo que tiene de vida. 

Es un niño de cosas claras: -¿De qué hincha eres?- pregunta el entrevistador- Soy hincha de los nuggets y las papas fritas– responde Wilches. mientras unta una papa frita con mostaza- Luego de un tiempo – ¿Qué es lo que más te gusta hacer?- Lo que más me gusta hacer es jugar y comer – responde sin mirar una sola vez al entrevistador, no apartando sus dos ojos grandes y cafés de los nuggets y las papas. 

Yo me río y me asombro de su carácter resuelto y alegre, aplomado y juguetón, que no parece encajar con el entendimiento de las personas de esta parte del continente, cualidades que reunidas parecen una invención del humor, pero son explicables si se tiene en cuenta la circunstancia de nacer en un hogar donde sus padres son de un país donde confluyen ordenada y salvajemente dos océanos, un sin fin de ríos, llanos, desiertos, la cordillera de los Andes, el Magdalena y la jungla amazónica. País que lleva este niño en la sangre y sin embargo nunca lo ha visitado. 

Por eso hay que respetar a Wilches, verdad que me confirma Miriam Martínez, una señora colombiana de la costa atlántica, con quien compartimos mesa a la hora de la cena y de la divertida entrevista con Wilches:

 –Una vez le dije a Wilches “Qué niño tan tierno que eres”- me cuenta Miriam- y él me respondió enojado “No me diga tierno, mi nombre es Wilches Delgado”.

MIRIAM Y PAUL

 Miriam es otra historia increíble que puede dejar a cualquiera con la boca abierta y con una sensación de no entender bien lo que está viendo frente a sus ojos, y nuevamente por esas cosas del amor.

Ella es esposa de Paul Hershberger, quien creció en una comunidad Amish y que hoy comparte vida con esta costeña hermosa que se ha trasteado para este país pero trae en su piel canela, su cabello risado y su alma alegre el sello de nacimiento de la playa. la brisa y el mar. Esta pareja, así no se crea, se conoció gracias al Facebook y también los une su fe cristiana, pero no precisamente sus hábitos dominicales: Miriam es de un tipo de cristiana de alabanzas y pandereta, de esas que tienen el don de ver con facilidad una razón por la cual agradecer y gritar ¡Alabado sea el señor!, mientras que Paul es más un hombre de coros y tradiciones, cuyas experiencias con Dios suelen estar más orientadas hacia la confortación y la meditación.

Compartir una tarde con esta pareja y mirar cómo comparten mesa en un restaurante colombiano, donde la señora pide pescado y patacones mientras que el señor no pide nada porque lleva una dieta de años comiendo únicamente vegetales, hábito que lo ha orillado a cargar siempre su comida en una coca de plástico personal, es algo que toca verlo para creerlo. 

Pero eso es con lo que uno se encuentra en la Iglesia Seguidores de Cristo, una comunidad de raíces anabautistas y que se ha vuelto hogar de acogida para todo tipo de inmigrantes de América Latina, donde se reúnen familias como las de Robinson y Yamile y como las de Miriam y Paul, para compartir su fe y tratan de tejer una relación que estreche cada vez más a las personas en cercanías y tratos como de una familia, que es exáctamente lo mismo que todos, colombianos, mexicanos, salvadoreños, hondureños, ecuatorianos, no importa de donde vengan, han tenido que dejar atrás por muy variadas razones y en un camino de muy variadas historias. 

¿Cómo llegó Robinson a Seguidores de Cristo?

De nuevo volvemos al asunto del fútbol. Los primeros meses en Sarasota pasaban, Robinson trabajaba y Yamile aprendía a conducir para poder moverse con libertad por la ciudad, que es un lugar donde los turistas de corto presupuesto sabemos más sobre el transporte público que la gran mayoría de los habitantes, quienes a pesar de vivir por años sin embargo nunca se han subido a un bus y preguntan a los viajeros sobre cómo es el interior de estos con la misma curiosidad de un colombiano al preguntar por la nieve. Es aquí, en el Estado de Florida y en la gran mayoría de los Estados Unidos, debido a la cultura centenaria del carro, un lujo del presupuesto público mantener trabajando el sistema de buses públicos.

Aprender a conducir en los Estados Unidos no es tan fácil, así como no es precisamente fácil aprender a montar en bici, así lo testifica Yamile quien recuerda la vez que se fue de frente a un arbusto por razones que no entiende totalmente, -El idioma-, dice.  En estos días Robinson jugaba partidos de recocha con sus hermanos y una noche los invitaron a jugar para un equipo de polacos, ellos fueron preparados, sin contar el secreto de que en el equipo iba un hombre que le había anotado tres goles a la defensa del Patrón Bermúdez, pero al final no lograron demostrar nada porque los polacos cambiaron intempestivamente de decisión y no quisieron dejar jugar a los colombianos, a pesar de que estaban cambiados y calentando sobre el cesped humedo.

Fue en este momento cuando conocieron a unos hermanos de la iglesia Seguidores de Cristo quienes los invitaron a otro partido y así fue que empezó su contacto con esta comunidad pastoreada por el pastor hondureño Juan José Rivera. En esta iglesia conocieron a Miriam, quien accedió a prestarles el patio de su casa para estacionar el trailer donde viven actualmente mientras logran comprar una casa propia. 

En esta iglesia las personas han descifrado el espíritu viajero de Robinson que se materializa en la dificultad casi ontológica de permanecer mucho tiempo en un solo sitio, porque es casi siempre el primero en llegar y el primero en despedirse, y porque ha iniciado un ministerio por redes sociales donde comparte cada mañana una reflexión que él mismo ha llamado el Autobús Bíblico.

LA PREGUNTA DE SIEMPRE

Responden a la pregunta con la velocidad de un reflejo: lo extrañamos todo, la comida de mar, el arroz con coco, salir a pescar, nuestras familias, Tumaco, el ritmo de la vida, pero aquí estamos.

Si volvemos atrás, hacia la historia improbable y sin embargo con mucho sentido histórico que describimos sobre la red de articulos y anuncios periódicos conectados entre sí alrededor de la familia Delgado Quiñones, puede que en nuestro drama, hace mucho, los medios se hubieses desinteresado sobre la suerte de esta familia de cirqueros colombianos que cruzaron la frontera hace algunos años para encontrar un mejor porvenir, pero vale la pena recalcar lo que es más que obvio a esta altura de la crónica: el andar de estas personas ha continuado y con ella la trama de su vida sigue moviéndose, cruzando fronteras, despidiendo seres queridos, separándose, reencontrándose, extrañando su hogar, construyendo otro, conectando y, en resumidas cuentas, siguiendo adelante. 

 

Autor: B. Javier Márquez.

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Filed Under: El Blog de las Pequeñas Cosas, News

Capítulo 8. 1

March 3, 2020 by Emily Ralph Servant

Reporte de prensa: “Talento colombiano hace subir las exigencias a la embajada estadounidense, se recomienda entrar a un circo”, desde New York hasta Dallas la familia Delgado demuestra su talento; los tres goles que se comió la defensa del Patrón; los 2000 metros de la ciudad de Bogotá; pueblos de Colombia y una bala anónima.
VISAS PARA COLOMBIANOS

Nada descabellado habría sido tomar en 2014, en la ciudad de Tumaco, Colombia, algún periódico local y leer en la sección de clasificados el siguiente anuncio: Empresa cirquera estadounidense busca cirquero alto y flexible, que se sepa desempeñar con idoneidad en las artes de la escena. El Circo Italia, además de ofrecerle un buen sueldo pagado en dólares, le ofrece la oportunidad de conocer de sur a norte el país, y si resulta que el candidato demuestra tener más que un talento promedio, en esa arte de arriesgar el pellejo, éste circo se compromete en garantizar la adquisición de la Visa.

En la circunstacia de que un anuncio así fuese realmente impreso por algún periodico del país, la historia habría continuado con Willy Delgado contactandose con los patrocinantes, sin mucha espera ni demora, y obteniendo el puesto. Ya dentro, y con sus maletas desempacadas en los Estados Unidos, resolvería irse por el premio gordo de la visa, animandose a realizar una proeza que desafiaba el récord histórico y ponía en duda su propia cordura: dicen que fue el primer hombre en pasar la cuerda floja equilibrandose sobre siete ruedas de monociclo. 

Tampoco sería algo descabellado que en muy poco tiempo, en ese mismo hilo narrativo, otra revista de economía, de esas que tienen los ojos puestos en el intercambio de servicios y talentos trasnacionales, publicase un curioso artículo que hablara de las hazañas de Willy Delgado y que debido a su repertorio de acrobacias los Estados Unidos se habían animado a flexibilizar sus fronteras económicas permitiendo el fácil acceso a los cirqueros colombianos, haciendo un énfasis especial en la historia migratoria de la familia Delgado, a quienes no les cogía la noticia de madrugada, y que poco después habían comenzado a presentar sus temerarias y espectaculares volteretas a lo largo y ancho de todo ese país.

ARTISTAS

La vida de Robinson Delgado y su esposa Yamile Sánchez antes de viajar a los Estados Unidos, como parte de este equipo de cirqueros, no era muy diferente a la que viven la gran mayoría de personas que conformamos este alborotado, ocurrente y diverso grupo social localizado en los territorios de esta República novelesca llamada Colombia. 

Una vida marcada por los sobreesfuerzos y la poca remuneración, condimentada a su vez por una esperanza que como resultado de la escasez de recursos suele desarrollar una creatividad nutrida por los mismo incentivos indómitos del ambiente, en almas que combinan nostalgia y sueños con personalidades más prácticas y resueltas, produciendo maneras únicas de vivir como lo son enamorar y curar el desamor del mismo modo con una parranda vallenata o tener ese orgullo inflado de rebuscadores que cada día pueden inventar una nueva y fascinante idea de hacer fortuna a la vez que se saben quejar porque el puntaje del sisben no salió lo suficientemente bajo como para ganar, y que si se ven del modo apropiado son una revelación tangible de las esencias identitarias.

LOS VIAJES DE UN TALENTOSO

Robinson Delgado es una persona de pocas palabras pero de un largo repertorio de experiencias que lo explican y que lo han mantenido yendo y viniendo de un lado para otro: desde Tumaco, su pueblo natal, hasta Ecuador, Popayan, Neiva, Bogotá, Philadelphia, New York, Dallas, Washington y Sarasota, donde actualmente radica junto a su esposa y dos hijos pequeños, y eso sólo haciendo un resumen. 

¿por qué viaja Robinson? 

Desde muy joven. Una persona desatenta expondría la afirmación básica, superficial, de que sus viajes han sido simplemente el trayecto que lo han traído desde ese momento cuando tenía que caminar por Colombia con zapatos agujereados hasta los días de hoy, una época en la que cuenta con una sala llena de zapatillas propias, toda una hilera, dibujada por el deseo de desquite.

Lo cierto es que Robinson es un fiel ejemplo del artista colombiano, talentoso por fortuna divina, incapaz de quedarse en un solo sitio a la vez que es un perdido enamorado. Y como artista, posee la intuición premonitoria de un poeta o el buen sentido de dirección de un marinero.

Quizá por eso fue que se negó a sus 20 años a jugar para el equipo ecuatoriano Manta Fútbol Club, quienes lo llamaron personalmente, pero que tuvieron que conformarse con su rotunda negativa basada en el presentimiento de que por ese lado no iba su vida. 

No obstante el fútbol lo había llevado a su corta edad por muchos sitios a nivel nacional, además había tenido que jugar en Facatativá y Fusagasugá, pueblos cercanos a la capital bogotana. No muchos a su edad pueden decir, como sí lo puede contar Robinson, que  en una ocasión tuvo que enfrentar en partido preparatorio al Patrón Bermúdez, un famoso ex capitán de la selección Colombia y una leyenda de la defensa del América de Calí -actual campeón colombiano- y del club Boca Jr. de Argentina, club con el que ganó todo y venció en final al Real Madrid de Zidane y Roberto Carlos, “-¿Cómo se sintió? ¿Es tan temerario?– pregunta el entrevistador asombrado por la anécdota- Pues normal… no, normal, pues -él- ya estaba viejo y yo joven, les hice tres goles”, expresa Robinson sin que se note ninguna exaltación en su voz.

COSAS DE PUEBLO COLOMBIANO

La primera vez que Robinson vio a su esposa Yamile fue a sus 13 años en el pueblo El Mexicano, donde vivían su mamá y su abuela, y a quienes él trataba de visitar seguido. En ese pueblo, recuerda Yamile, una tarde ella se acercó a saludar a Robinson sin conocerlo todavía, causándole al muchacho una extraña sorpresa por el mismo hecho de que una niña desconocida lo estuviera llamando por su nombre propio. Reacción que debe considerarse como atípica, porque este tipo de conocimientos no suelen ser una sorpresa en un pueblo colombiano, y que tenía explicación porque Robinson asistía a la misma escuela donde estudiaba Yamile. Haciendo que lo verdaderamente extraño sea el hecho de que Robinson no se hubiese fijado en ella desde antes, cosa que sin duda cambió desde aquella tarde.

Cuando se les pregunta sobre su historia de pareja en Colombia, en realidad es poco lo que revelan aparte de un prematuro rompimiento y un reencuentro póstumo, pero uno se puede imaginar que tuvo que ser una relación de muchas anécdotas, ires y venires, desfallecimientos del corazón y hasta un poquito de buena suerte, entre ese primer encuentro en el pueblo El Mexicano, yendo a través de todos los viajes del joven y talentoso futbolista dentro y fuera del país, y ese momento en que se juraron amor eterno en alguna iglesia de la costa pacífica a escondidas de todo el mundo, con la única complicidad del “tío” Willy.

Recién casados sucedieron los acontecimientos de la proeza de Willy con la cuerda floja que desembocaron en el éxodo de su familia para unirse al circo en los Estados Unidos, razón por la cual Yamile se quedó sola por más de medio año en Bogotá, la ciudad montañosa y sin mar que en Colombia tiene la fama de ser “la nevera”, y donde él también había tenido que quedarse por un tiempo en el barrio Britalia, al sur de la ciudad, mientras le salían los papeles de inmigración. 

ATRÁPENLA

Una noche en Bogotá, cerca a la embajada estadounidense que queda por la calle 26, Robinson y sus hermanos caminaban por una acera, cuando al verlos se asustó una mujer bajita, bien abrigada, y todo parecía indicar que la razón del susto era la impresión que le daba a esta señora la piel negra de la familia chocoana, impresión que la condujo como acto reflejo a cruzar la avenida para cambiar de lado; en grupo, después que vieron esta cómica y patética escena, empezaron a gritar: ¡Atrapenla, atrapenla!, para descubrir si la señora corría, y resultó que sí corría y sin sofocamiento a pesar de estar a más de 2000 metros sobre el nivel del mar. 

Esto le pasó a Robinson cuando aún estaba en un país como Colombia, país que todavía no ha tenido el tiempo de resolver con más detalle toda su numerosa lista de problemas sociales debido a la brocha aborrascada del conflicto armado, justo unos días antes de que viajara y tuviera que  lidiar además con la nueva categoría identitaria que empezaría a soportar desde entonces hasta el día de hoy, y que tiene su papel en casi todas las dimensiones de su vida actual, la de inmigrante. 

UNA VIDA DE DESTINOS

Recién casados y Robinson recién llegado a los Estados Unidos, empezaría a viajar de una ciudad a otra saltando y columpiándose. Quizá no exista un momento en el que la llama del sentimiento sea más intensa en las parejas que en esa época de recién casados y donde todas las experiencias se multiplican alterando el sentido de la percepción; todo da la impresión de unir con más fuerza, incluso retando la lógica, a tal grado de considerar la palabra separación como la que más los unía, por este corto pero sin embargo largo tiempo, a Robinson y Yamile, pues era la que mejor resumía sus primeros meses de casados.

Después Yamile pudo viajar a los Estados Unidos, donde comenzaría a trabajar para el mismo circo que su esposo, en esa vida de trailers, comida rápida, carpas y cuerdas, yendo y viniendo, algo totalmente nuevo para su ritmo de vida provinciana y lenta, a diferencia de la vida llena de destinos a la que Robinson se había acostumbrado desde muy joven.

Y no precisamente por placer o fútbol, sino porque las difíciles e injustas circunstancias lo habían obligado, siendo apenas un niño, a salir de su pueblo natal, un pequeño y pacífico pueblo llamado Rosario del Departamento del Chocó, de donde tuvo que huír con sus hermanitos y mamá porque un grupo guerrillero amenazaba sus vidas. Así, por segunda y temprana vez, la violencia de Colombia impactaba su vida, siendo la primera, el asesinato de su padre por causa de una bala anónima, cuando llevaba apenas tres meses creciendo en el vientre de su madre Elsy Quiñon, época en que ella ni siquiera sabía que su hijo, el último recuerdo de su esposo, se iba a llamar Robinson. 

Próximamente segunda parte.

(Fotos tomadas del perfil personal de Robinson Delgado de Facebook).

Autor: B. Javier Márquez

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Capítulo 7.2

February 23, 2020 by Emily Ralph Servant

Segunda parte

MIRADAS

LA PRIMERA TARDE

Pues entro con mi cámara a su casa y veo que detrás de la vegetación tropical empieza a esconderse el sol, ellos me han invitado por una noche pero me han dicho que puedo quedarme más tiempo si es necesario. Me han dado para dormir la habitación de sus niñas, un cuarto tapizado de rosa y climatizado con peluches; me han dado de comer y beber, incluso me ha caído una lluvia de regalos de medias limpias y pantalonetas. 

A donde vaya Secundino, ese hombre  que aparenta muchos menos años de los que en realidad carga, de ojos grandes y cafés, me va diciendo: ésto lo construí yo… ésto no lo he terminado pero dentro de poco estará listo… tengo un proyecto allá de ese lado: primero debo tumbar la pared y pienso hacer eso que le dije cuando veníamos en la camioneta. Más adelante golpearé levemente las paredes con mis nudillos para escuchar y saber qué tipo de material es, cuando jugabamos futbol frente al jardín.

FOTOGRAFÍAS

Pero en este momento preparo mi cámara para fotografiar todo lo que me llama la atención en su patio y hago un par de disparos revisando que el producto tenga la luz que me gusta, pero no puedo darme el lujo de experimentar mucho porque el atardecer no espera a ningún fotógrafo perfeccionista. Y empiezo, con mucho más encanto que el que he sentido durante todos estos meses tratando de fotografiar las ciudades de Philadelphia, New York, Bostón o Láncaster, donde abundan lugares y objetos, esquinas, que parecen hechos con pincel y sin embargo no me atraen mucho. Estos sitios tienen su belleza, su encanto, literalmente son ciudades de película, pero por alguna razón que yo no entiendo, no me siento muy inspirado por ellas como para fotografiarlas mucho. 

aquí vamos… una silla de color rosado intenso y en el fondo máquinas, tablas, piedras, vigas y un horno. Foto. Volteo mi torso hacia la izquierda: un saltarín negro para niños debidamente rodeado de mallas de protección, junto a más tablas, paredes desnudas, ganchos, puertas en construcción. Foto.

 Unos pasos hacia mi izquierda y entro en un pequeño patio sin paredes y allí sobre una estufa: un sombrero de paja, una olla azul, una especie de baterías amarillas, zapatillas negras y patines de niña. Foto.

Miro hacia mi izquierda: un vestidito color ámbar con bordados europeos de flores rosadas, margaritas, colgado junto a otros vestidos y una chaqueta, mientras la luz del día moribundo se coloca por últimos instantes sobre las telas, un atardecer de perla y magdalena. Foto.

Giro mi lente hacia la derecha y descubro que también hay hombres de nieve en la Florida, en la ciudad de Tampa, solo que a la manera latinoaméricana: lo que quiere decir, sobre telas. Foto.

Bajo mi vista y allí hay una canasta en el piso, junto a un montón de hojas de árbol marchitas. Foto.

Por último, a unos pasos, me tiro al suelo para tratar de realizar el encuadre más abierto que se pueda para mostrar: tierra, tablas, una escalera, la cruz, una columna desnuda y un carretilla volcada. Foto. 

Más adelante me encontraré un balón de futbol bajo unas flores e igualmente le haré una fotografía. También le haré una foto a Secundino con su nena más pequeña: Jessica. 

FAMILIA DE ESTRELLAS

Secundino (un nombre premonitorio), mientras pateamos la pelota me cuenta de sus anécdotas futboleras: cómo perdió por cosas del corazón la oportunidad de jugar en un equipo profesional y que acá en el campeonato local ha quedado dos veces subcampeón y en una vez logró llevarse la medalla del pichichi (goleador). Yo le pregunto sobre el número de goles anotados y él me responde que no se acuerda, respuesta sospechosa porque yo digo: o se debe ser un prodigio en el arte del gol para perder la cuenta, en cuyo caso se hablaría en clave de estimados, por ejemplo: entre 30 y 40 o entre 40 y 50; o por el contrario se debe jugar en una liga con muy pocas alegrías de tal modo que a uno se le olvide de buena gana el número de goles que lo hicieron merecedor de ese reconocimiento. 

Esa tarde, cuando estuvimos comiendo fruta con picante, que es su estilo mexicano, le tomé otra foto junto a su hija Saraí, que es la del medio, una niña de diez años que es bilingüe, música y escritora. 

Ese mismo día también comieron mazorcada o elote, como le llaman ellos, preparada en un carrito que también estaba a la orilla de la carretera. Al día siguiente, lunes, era día de labor, día de plan de negocios y trabajo para Secundino, quien salió muy temprano junto a su cuñado Ervin Salas con la misión de instalar un piso de madera, que es a lo que se dedican y que es además un proyecto empresarial iniciado meses atrás, y yo me quedé con su suegra Elía Pérez, su esposa Yesenia y su niña pequeña.

EL PARQUE DE LOS COCODRILOS

 Ellas me invitaron a tomar café cubano, el famoso negro entre los negros del café, y yo lo pedí sin azúcar, mientras ellas me miraron a este lado del mostrador medio espantadas, pero ni modos, yo lo tomo sin azúcar, así sea cubano o chino. La muchacha que atendía me dijo: si te lo tomás, te ganás mi respeto, era cubana… la oportunidad de mi vida. Y al irme me hizo la venia. O yo me imaginé que me hizo la venia, porque ni me miró.

Después fuimos a un parque que es en un pantano, donde no se le puede dar de comer a los animales porque si los encuentras en un día de buen humor te arrancan las manos. Pero antes le pregunté a la madre de Yesenia cuánto tenía de vivir en los Estados Unidos y me ha dicho que desde el 2001, y que solamente había vuelto una vez a México a visitar a su familia pero que era arriesgado y se necesitaba de fuerza para hacerlo, fuerzas dejadas con la juventud, debido a que en el camino tenían que andar a pie más de ocho horas y un buen tramo era a través de unas alcantarillas las cuales había que pasarlas agachado. 

Por no volver su mamá vendió su casa: y ya no tengo a donde dormir cuando vuelva, me ha dicho, mientras una lágrima atraviesa  esa frontera de perros rabiosos y párpados de concreto que tiene como barrera en sus ojos. Es una mujer que habla poco, pero es feliz con su nieta, seguido la oyes susurrar: qué linda. 

Y linda sí es, Jessica es culpable de la villanía de robar corazones desde el primer día. Digamos que su vida se resume en la expresión: dos años de luz. Salta, corre, acaricia, juega, balbucea un Espanglish aborigen, y canta. Desde que llegué a su casa le agarró la flojera de no poder vivir sin café, un descubrimiento en su personalidad, y su mamá le dice: pero tú no tomas café, y le ofrece el de ella, pero ese no le sirve, y ya no le servirá jamás el café con leche desde que este colombiano llegó como una aparición inesperada repartiendo malas mañas cafeteras. Le sirve el café del visitante, nada más, y tiene la suerte de que sea colombiano el hombre. 

En el parque ella es la que más ha saltado y se la ha pasado jugando entre un árbol y el otro, bajo las flores. Por otro lado Yesenia y Elia han sido mis ojos para encontrar cocodrilos y tomar buenas fotos.

DÍA DE SERVICIO

El lunes se va bien, bajo el buen clima de Tampa. Noche y día. Todos los martes Secundino los aparta para “la obra”, que es un nombre a su vocación de servicio comunitario inspirado en su fe cristiana. El día martes, junto a otros pastores menonitas como Karl y Roy, entregan comida a personas pobres, que son de los menesterosos fabricados en este país, quienes llegan en carro y sin embargo no han podido desayunar en todo el día y ya son las 12 de la tarde. 

Toda su familia está comprometida con “la obra”, lo hacen con la misma pasión y dedicación que la que usan para vivir. Su hija mayor, la joven Hendy de 13 años, ya merecedora de una beca del 80% de su universidad, es 100% bilingüe, mexicana y estadounidense; es una de las más comprometidas poniendo al servicio de Dios su conocimiento del español y del inglés y dando clases en la escuela de domingo para los niños más grandes. 

CONTAGIOSO

Este martes una líder comunitaria de unos 60 años se acercó y me dijo: Please, i don’t like the pictures, for today is enough of photos for me, y Secundino la entendió con su inglés de aprendiz y le respondió: really? Okay… do not you like the photos? Y se fue hacia ella, la abrazó, la volteó hacia la camara, levantó la mano libre y sonrió, sonrisa que habrá tenido un eco contagioso en la señora, y esa es la historia de la mejor foto de la mañana. 

FOTOS

 

Autor: B. Javier Márquez.

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Capítulo 7

February 19, 2020 by Emily Ralph Servant

Primera parte

UNA MIRADA

Tiempo atrás, no mucho, leí en algún sitio que mirar es detenerte sobre algo. Esas palabras las memoricé, cosa rara. Porque mis métodos de memorización no son muy avanzados y siendo siencero no suelen dar tan buen resultado, apenas cuento con maneras típicas, que son la usual repetición, ya sea sobre papel o en mi boca, y esa otra que es un jueguito de semejanzas que todos hemos hecho alguna vez, donde uno empareja lo que quiere memorizar con otra palabra más conocida o con una canción, una película, un chiste, o lo que sea que sirva para el caso.

Esta es una de las razones por las que aseguro, sin aparentar modestia, que mis capacidades de aprendizaje suelen ser más que todo tímidas.

Pero me habrán conmocionado internamente estas palabras, algo seductoras tienen; digamos que me han ocasionado una implosión de aprendizaje, porque cada vez que medito en ellas termino hallando algo nuevo, algo así como arribar a una nueva costa. 

Pienso que la razón de este repentino encanto se debe a lo originalmente irónico en esta idea: que en este mundo repleto de imágenes y de vértigo, la mirada sea un ejercicio lento, incluso de suspención. 

Y además, resulta ser una idea que hace buen eco, como rima que sabe encajar sobre el beat, con aquello que ha sido mi propuesta, o mi búsqueda, en este blog. Pues basta con recordar el nombre: el blog de las pequeñas cosas, una alusión a lo mucho y a la vez tristemente desvalorado que posee lo pequeño, algo a su vez doblemente victima en este país grande y por lo tanto de grandes cosas, así como repiten una y otra vez las personas aquí: “Big country, Big stores”.

 Pues resulta imperativo ejercitar la vista y con ello quiero decir ´no solamente la visión de los ojos´, para lograr ver lo grande en lo pequeño. Y con ello re-aprender a detenernos, recordar algunos de los significados previos a la invasión del post modernismo que vino creando y matando, en proporciones alborotadas.

Entonces en este capítulo trataré de hacer algo diferente: escribir sobre las huellas, que son testigo de nuestro paso; las cuales escribiéndolas a la forma y manera que lo haré, se vuelven memoria pura, o sea, memoria desordenada y llena de tierra, “sucia” dirán algunos, y yo les digo: Sí, sucia, sucia de presente y de sueños, de motivos y sucias de nostalgia.

Así los invito a leer los siguientes dos capítulos del blog, o quizá tres – eso lo decidirá la atinada dirección del blog y mi propia intuición para saber cuando seguir y cuando detenerme-, que he escrito en mi breve pero excitante paso por el estado de la Florida, donde tuve el fascinante y conmovedor provilegio de compartir con más y más familias hispanas, familias inmigrantes, venidas de tantos países diferentes, y cada una llena de tantas historias y huellas que valen la pena ser recogidas por este escritor errante y nostálgico -como buen colombiano-. 

Autor: B. Javier Márquez.

Filed Under: El Blog de las Pequeñas Cosas

Capítulo 6, 2da p.

December 30, 2019 by Emily Ralph Servant

Segunda parte:

Los años 2000, visitas desbordadas, diez años después, continúan las fronteras, “un mundo feliz” y una vocación de servicio.

DEPORTACIÓN DE VIVIANA 

“…piense si eso le está sucediendo a su familia”, así quedamos en la primera parte de este capítulo sobre la vida de Aldo Siahaan, con su llamado a ponernos en los zapatos de los demás.

Él lo decía porque había calzado los mismo zapatos, pero, aunque suene extraño, años antes que su familia se volviera familia. Cuando con su esposa apenas eran amigos y se conocían iniciado el nuevo milenio al tiempo que asistían a la misma congregación.

 Su nombre es Viviana Chandra, una mujer de Indonesia, cristiana y descendiente china, una combinación que genera riesgos en la Indonesia musulmana. Viviana había inmigrado en el año 2000 a los Estados Unidos y se había radicado en la ciudad de Philadelphia, y entre el año 2000 y 2003 estuvo pidiendo asilo y protección al gobierno norteamericano,solicitud finalmente rechazada. Entonces tuvo que volver a Indonesia, Jakarta, misma ciudad de donde es Aldo.

Allí trató de reanudar su vida a impulso de trabajo duro, siempre con el desazón de la inseguridad, e incluso emprendió un proyecto empresarial de químicos. Todo empezaba a correr con tranquilidad hasta que en el año 2006 recibió una visita inesperada, era Aldo Siahaan con 27 horas de vuelo en la espalda y la buena noticia de su green card.

COSAS NO PLANEADAS

Algo debe tener la tierra de casa que es capaz de enamorar a quienes otras tierras en el pasado no han logrado generar esa magia necesaria que augura el destino de una vida compartida; incluso con comodidades como vivir sin ninguna urgencia pronta de separación, y contar con la trampa de poder conversar horas y horas en algún lugar público hablando su lengua madre, que la lengua de los sentimientos; diciendo cualquier cosa de adolescentes enamorados, esas indecencias que no obstante se leen con letras de molde en los diccionarios del amor, sin que nadie a su rededor les pueda entender ni la más mínima e inofensiva coquetería.

Así de irónica y atractiva comienza su historia juntos, no en Philadelphia donde se conocieron y eran dos seres solitarios, sino en Jakarta, su ciudad, su isla, cuando ya eran dos personas a quienes les costaría más que nunca el riesgo de estar juntos; conversando entre las inmediaciones de una visita precoz, matando las horas que quedaban de espera para que Aldo abordara ese avión que lo llevaría de vuelta a los Estados Unido, quizá por los próximos 10 años, y sin embargo detenidos en ese preciso momento de la existencia.

Cuando esa mañana de visita había terminado, cuando se despidieron y Aldo más tarde hacía la cola de vuelos internacionales en el aeropuerto de Jakarta, puede que ya fuera consciente que se había metido en un tremendo embrollo de corazón del cual no tenía ninguna escapatoria.

ÍRES Y VENIRES 

A pesar de lo súbita de la revelación las cosas fueron tomadas con bastante sosiego, un don quizá de su pueblo y forzado sobre todo por la distancia, y no fue hasta el año 2009 que se formalizó el asunto. Se casaron sin mucha más demora en el 2010, una década después de conocerse en Philly, y de este modo Aldo estuvo viajando desde los Estados Unidos hasta Indonesia un par de ocasiones.

Así fue que algo totalmente drástico cambió en la vida de Aldo: En Indonesia ya no sólo estaba su pasado, volvía a estar su presente. Pero el camino recorrido por él desde que en el año 1998 emigró a los Estados Unidos con 28 años, también por razón de la creciente violencia por parte de grupos extremistas islámicos en contra de la pequeña población cristiana, dejando atrás su familia y su buen puesto en la estación de radio Hard Rock FM, había sido largo ycomplicado; recientemente había logrado su green card y todo comenzaba a perfilarse con más tranquilidad en su vida hasta que las circunstancias de su destino compartido con Viviana llegaban como un drama con la fuerza de una tempestad de flores.

Una opción previa a radicarse totalmente en Indonesia era tratar de aplicar de nuevo por una visa con los Estados Unidos, pero el tiempo que Viviana debía esperar después de su primera negativa no se había cumplido, de modo que se les ocurrió la la buena idea de ir hasta las oficinas canadienses y montar la excusa de un post-grado para Viviana, con el único fin de acortar distancias y de esta manera intentar, entre parciales y entregas académicas, encontrar la forma de empezar a construir por fin una vida de esposos más cercana al trato diario, que es donde en serio se lima la vocación de pareja y no a base de visitas llenas de explosión y derroche sentimental.

EDÉN

Cuando Viviana recibió su diploma de inglés con énfasis en negocios, y ya se había perdido la cuenta de todas las horas de viaje en autobús desde Philadelphia hasta la frontera con Canadá, ya el tiempo de espera que exige el gobierno de los Estados Unidos se había cumplido y aplicaron de nuevo a la visa en el año 2014. Esta vez lo lograron y por fin Viviana y Aldo pudieron empezar a vivir juntos como un matrimonio común.

Han pasado los años y ahora tienen un pequeño bebé de tres años que llamaron Edén, igual al paraíso bíblico y sobre todo porque creen que le hace perfecta música a su significado: encantador.  Pero también el proceso fue lleno de altibajos y tristezas luego de sufrir la pérdida de tres bebés.

Esta mañana el nombre de Edén está anotado en una pequeña pizarrita con la cual le enseñan al bebé las vocales y las palabras. Me encuentro sentado en el comedor esperando a que Aldo termine su llamada para comenzar la entrevista y veo las escaleras que conducen al sótano. Una semana atrás dormí sobre un colchón allá mismo en una noche de celebraciones navideñas; Aldo cuelga la llamada y me ofrece unas disculpas innecesarias.

LA ERA DEL MOVIMIENTO

Hoy lleva con él un saco de color café crema y unos blue jeans, se acomoda la montura de sus lentes después de ofrecerme un té con galletas, y continuamos conversando acerca de lo complicada que se vuelve la vida de un inmigrante indocumentado, sin el derecho a un trabajo estable y sin derecho a comprar un carro, en el mismo país que habría inspirado a Aldus Huxley a escribir su famosa obra “Un Mundo Feliz”, distopía ambientada en un mundo donde la sociedad vive una nueva era después de Ford.

Un inmigrante indocumentado tiene que acostumbrarse a trabajar por horas y a ser contratado y despedido entre las horas del té. Así le sucedió bastantes veces a Aldo, hasta que logró hallar un buen puesto en la estación Pan Asian Radio en el año 2001, cuyas labores de locutor le permitieron conocer más a fondo los problemas y necesidades de las comunidades inmigrantes y también a ser reconocido por sus compatriotas inmigrantes como un referente benévolo, rumor que se extendió hasta su país de origen, donde también tiene su fama, y desde donde a veces envían sus hijos a una aventura con pocos dólares en el bolsillo y el número telefónico de un buen hombre anotado en un papel y guardado en la cartera, como el encontrado por los agentes de policía en el pantalón de aquel joven muerto.

Después, un amigo abogado que hizo en esos años de locución comunitaria lo contrató como asistente de oficina en su despacho. Tiempo que Aldo Siahaan aprovechó para aprender sobre las leyes, los derechos y asuntos jurídicos de los inmigrantes en Estados Unidos. Los años han pasado y Aldo va perdiendo su juventud pero su energía de ají y cafeína continúa siendo su combustible. Hoy sigue siendo un hombre feliz, entregado a su vida de servicio; con la particularidad que ni el tiempo ni las circunstancias le han robado el convencimiento sobre su misión de fe que consiste en “ayudar a las personas”.

Autor: B. Javier Márquez 

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CAPÍTULO 6

December 28, 2019 by Emily Ralph Servant

 

Primera parte:

Una agenda súbita, el carácter de un político, nunca falta el chile picante y menos cuando hay buena suerte, el cuarto poder, tiempos de miedo y un santuario para inmigrantes. 

Alguna noche cualquiera Aldo Siahaan descolgará el teléfono y pocas horas después estará realizando una llamada internacional hacia Indonesia, le constestará una mujer que no conoce y tendrá que informarle a aquella mujer sobre el fallecimiento de su hijo, que tampoco conoce Aldo, pero que por alguna razón al ser encontrado por las autoridades a las afueras de un Casino en Philadelphia, la única pista que pudieron seguir fue el número telefónico anotado en un pequeño pedazo de papel guardado en su billetera. 

Esta mañana Aldo se habrá levantado temprano, tomado un té caliente con leche, comido algo picante, con galletitas navideñas, y revisado su plan. Habrá sonreído levemente mientras observa de nuevo las fotos de él y de su esposa Viviana Chandra junto a su pequeño hijo Edén, que están a la vista de todos, pegadas en la nevera. 

Es muy probable que tenga alguna cita en Philly que puede vacilar entre una humilde persona de la iglesia hasta un funcionario público. Pero la verdad es que ni Aldo ni nadie sabe a ciencia cierta cómo llegará a fin su propio día, si terminará cenando en su casa, o atendiendo alguna necesidad en cualquier recóndita esquina de la ciudad o llamando a una desconocida hasta el otro extremo del mapa para darle la triste noticia de que su hijo ha muerto. 

EQUIPAJE DIARIO

 

Aldo es una persona resuelta, posee, a pesar de ser pastor, un aire más cercano al de un político que al de un filósofo, pero no en el sentido de que aspire a algún cargo público, sino en la dirección de ser un hombre de acciones tomar. Así ha sido su vida. 

Es un buen manager de su propio tiempo, siempre se las ingenia para estar en donde quiera que su ayuda realmente ayude, y no obstante, agendar una cita con él para una entrevista se puede convertir, igual que con cualquier persona importante, en un verdadero laberinto de aplazamientos y tiempo apretado. 

Pero también se puede tener un poco de buena suerte y repentinamente encontrárselo uno camino a comer pollo, dispuesto a esperar un par de minutos mientras uno tiene la chance de ir de vuelta a la oficina por lo necesario. Entonces ahí lo tendrás, a Aldo conduciendo su van, llegando al restaurante y pidiendo un favor único: ¿Me ayudas llevando la botella de chile rojo que está en la guantera?

PHILADELPHIA PRAISE CENTER

La fonética de los idiomas indonesios es bastante similar a la del español, con contadas excepciones como el sonido de las letras “c” y “j”, pero lo paradójico es que el acento de su inglés es bastante diferente al acento de los hablantes del mundo hispano. Fue quizás debido a esa misma razón que en ese primer mes, tiempo cuando escuchaba por doquier a la gente hablar de la iglesia del pastor Aldo abreviando el nombre a las iniciales, me causara mucha gracia que tuviese las mismas iniciales que la famosa empresa bogotana BBC, que significa Bogotá Beer Company, pero lo cierto es que yo escuchaba mal, de pronto con intención, porque las verdaderas iniciales de la iglesia son PPC, que quieren decir Philadelphia Praise Center. 

PPC ha sido una iglesia en cierto sentido fenómeno porque entre su familia de fieles usted puede encontrar latinos y gringos mezclados entre la gran cantidad de comunidad indonesa, que son la mayoría, pero que es toda una rareza en esta parte de los Estados Unidos, donde incluso en estos escenarios, o puede que sobre todo en estos escenarios, cada comunidad prefiere agruparse sóla con los suyos, como explica el dicho colombiano: los suyos con las suyas, con el propósito de evitar la fatiga -explicaría Jaimito el cartero-. 

tomada de Mennonite Mission Network
tomada de Mennonite Mission Network

Pero PPC, así como otros contados ejemplos, algunos también parte de la conferencia, es un lugar donde el intercambio cultural es valorado como una oportunidad retadora para su fe y crecimiento y no como algo meramente circunstancial y decorativo, así explica Aldo Siahaan. Tanto así que esta comunidad sirvió en su momento como una cuna para una creciente comunidad latina que más adelante se convertiría en la iglesia Centro de Alabanza, iglesia que ha sido referenciada anteriormente a través de este blog. 

INTERCULTURALIDAD

Además, su líder Aldo Siahaan también hace parte del equipo intercultural de la conferencia menonita a la que pertenece su iglesia, y todo por una personal y profunda convicción de hacer conexiones donde sobre todo han abundado las desconexiones, y así es como usted comienza a no sorprenderse de verlo literalmente solo en una reunión de interreligiosidad, convocada por una organización dedicada a ese tipo de cosas, desplegando ideas y experiencia y con la esperanza de que algún día se ocupen las otras sillas. 

Aldo Siahaan tiene un consejo útil para quienes también tengan que enfrentarse al desafío de construir en contextos interculturales: “Siempre es bueno preguntar”. 

EL CUARTO PODER

Como cualquier personalidad importante Aldo no se salva de los escándalos. Un día fue el protagonista de uno, gracias en variadas medidas a su ferviente pasión y a un medio de prensa local. En el periódico se publicó una nota sobre una iglesia cristiana de comunidad indonesa que había empezado a prestar su edificio a otra comunidad, igualmente indonesa, pero no cristiana sino de fe islámica. Las críticas le llovieron, perdió más de un amigo e incluso lo llamaron para decirle clara y llanamente que “había espantado al Espíritu Santo”.

Al preguntarle sobre las razones que lo motivaron para arriesgarse con desafiante gesto de solidaridad, conjura una respuesta que a la vez, quizá sin consciente intención, se está quejando por lo evidente que es frente a la pregunta la respuesta: “lo necesitaban”. 

Ésta no ha sido la única vez que se ha prestado para colaborar y trabajar con otros líderes religiosos y comunitarios, que no necesariamente suelen profesar las mismas creencias, cada vez que la necesidad compartida lo ha requerido y el impulso de solidaridad humana ha sido la única inspiración indiscutible. 

Tomada de pbslocal.com
Tomada de pbslocal.com

A pesar de sus pasadas complicaciones provocadas por aquella publicación de la prensa, en otras ocasiones la luz pública ha sido ventajosa para su ministerio. No han sido muchas, aunque sí puntuales, las veces que la fotografía de Aldo ha estado publicada en una nota periodística virtual o impresa. En otra ocasión, el medio de prensa digital PBS, que cuenta con oficinas en Philadelphia y en Delaware, publicó un artículo sobre una plataforma de 11 congregaciones que se empezaban a hacer conocer como “new sanctuary movement”, una pequeña coalición de comunidades religiosas que empezarían a ser un hogar para inmigrantes próximos a ser deportados y que también aprovechaban la oportunidad del medio para elevar una voz de protesta.

En su momento el medio, publicado hace más de cinco años en el otoño del año 2014, escribió sobre Aldo Siahaan lo siguiente: “Es parte de por qué está dispuesto a enfrentarse a los agentes de inmigración de Estados Unidos, incluso ir a la cárcel, para proteger a los inmigrantes indocumentados de la ciudad (traducción del inglés)” y a continuación a publicado un fragmento de entrevista:

“Esto es como un círculo. Cuando damos esperanza a alguien, un día tú también necesitas esperanza. Cuando extendemos nuestra mano, un día también necesitamos ayuda de otras personas. Entonces esta es una historia sobre la familia. Tienes familia. Todos tienen familia ”, dijo Siahaan. “Y si no les importa, comience dentro de su familia, piense si eso le está sucediendo a su familia (traducción del inglés)”. Tomado de Pbslocal.com https://whyy.org/articles/philly-congregations-join-to-harbor-undocumented-immigrants/.

POLÍTICAS DE AVANZADA

En otra ocasión la emergencia agrupó a los líderes. Se corrían tiempos literalmente oscuros para los inmigrantes indocumentados entre los años 2007 Y 2009 debido a una política sucia elaborada y ejecutada por la oficina de deportación de los Estados Unidos. Una estrategia sencilla pero contundente: los oficiales harían el trabajo de identificar un pequeño grupo de indoneses indocumentados asegurándoles resolver su situación a cambio que, ellos a su vez, delataran a otros 10 inmigrantes indocumentados para deportarlos. 

Como era lógico el miedo empezó su régimen, régimen donde cualquiera podía ser sospechoso de espionaje y de delator. Ninguna sonrisa y ninguna pregunta volvieron a ser inocentes. Algunas personas y familias dejaban de abrir las puertas de sus casas súbitamente y prontamente la noticia de su deportación era confirmada. Entonces estos líderes religiosos e inmigrantes tuvieron que dejar de un lado sus diferencias teológicas y presentarse unidos, como un solo grupo, a hablar con el director de la oficina desde donde se coordinaba la operación, logrando frenarla de esa forma. Después de eso las heridas quedaron, los rumores y las desconfianzas, pero han pasado los años y es algo que cada día está más en el pasado, explica Aldo Siahaan.

La continuación de esta crónica se publicará el siguiente lunes 30 de diciembre. 

Autor: B. Javier Márquez.

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Capítulo 5

December 19, 2019 by Emily Ralph Servant

 

MOMENTOS MÁGICOS

El frío me está dando una tregua de dos semanas. Pienso que se debe ser muy nostálgico para considerar que en ciertos grados del frío se puede acariciar el clima del hogar lejano. Y eso fue lo que sentí ayer en la mañana viajando por los campos de Akron, Pennsylvania, en retiro con MCC. Fue un viaje de película, con palomitas de maíz y todo. Yo en las sillas traseras de una van, compartiendo asiento con Theofilo, mi grande y ocurrente amigo Theofilo, que siempre parece traer toda la alegría y ocurrencia de su país que es Chad, mezclado con tanta sabiduría detrás de esos lentes de montura delgada. 

Foto con mi amigo Theofilo.
Foto con mi amigo Theofilo.

Pues desde ese asiento podía ver yo cómo la neblina cubría las laderas de los campos recién cegados; se comía las granjas del fondo -que parecen de película o de libro-, y le daba un ritmo de lentitud sosegada y profundamente silencioso al viaje del automóvil. La neblina siempre ha estado conectada conmigo desde muy niño. En ese camino recordé mis primeros años de vida, en San Nicolás, Suacha, madrugando a las 5 para salir tempranito a estudiar en una de las escuelas del pueblo, desayunando aguapanela con limón, pan hojaldrado, francés, blandito o rollo, de vez en cuando arepas -cuando se estaba de suerte- y dándole músculo al plato con unos huevitos tibios, fritos o batidos. 

El día madrugado, mi maleta pequeña de Mickey Mouse, mi lonchera que nunca podía ser papas porque mi mamá decía que era lonchera y no galguería, pero que sí podían ser snacks de arepitas, los cuales por algún motivo de sabiduría materna, eran más saludables y alimenticios que las típicas papas margaritas o Súper Ricas. 

A esa mañana nunca le faltaba la neblina. Yo, normalmente acompañado de mi mamá o de mi hermana, pues cuando era muy pequeño tenía que ser acompañado por mi mamá, que sufría el frío, y cuando cumplí los 7, aproximadamente, y mi hermana tenía 5 y ya asistía a la escuela conmigo, pues nos acompañamos mutuamente; en esas mañanas nunca faltaba la neblina, que provenía del río, tan blanca y fría, limpia y pura. Era lo más cercano a la nieve que yo conocía, pero la diferencia es que ésta se desplazaba por el aire, cubriendo la atmósfera, envolviendo todo con su abrazo húmedo y fresco, mientras que la nieve se planta en el piso y se vuelve una especie de tapete natural que congela. 

Foto de la neblina colombiana: Pereira.
Foto de la neblina colombiana: Pereira.

Ayer veía la neblina y fue el momento más cercano de casa que he tenido en los últimos 5 meses, a excepción de cuando encuentro buen café o buena salsa. Ésta era una neblina sin montañas y sin contacto, pero con sólo verla podía sentir la congoja del cariño. 

Luego nos bajamos del carro, nos apeamos -como dicen las traducciones hispanas de los libros británicos- y ya llovía, pero sin frío. O mejor dicho, con frío a la colombiana, que suele ser más decorativo que ontológico. Cuando ha habido gente que muere de frío en la zona de Colombia por donde vivo, suele existir una reacción de horror de las personas donde a la vez se siente dolor ajeno, que es una forma escondida para decir lástima, pero también un espacio de incomprensión, como un hueco no explorado que se alberga en el conocimiento por la misma ausencia de experiencias con el frío que rocen con la muerte, por lo tanto la muerte de frío es en Colombia una tragedia anonadada; aquí es una tragedia lógica, y hasta cotidiana del despite. Lo curioso, y que es también una característica que demuestra las diferencias de un lado y del otro, es que también en mi país la gente puede morirse de un despiste, pero no con ello de frío. 

Con estos fríos que bajan y que por lo tanto son un literal presagio latino, se vuelve de verdadera prioridad equiparse con las ropas adecuadas y la información pertinente. La bendición de Dios es procurada solo después de verificar el pronóstico del clima y por su parte las chamarras, sacos, chaquetas, under-wear, medias gruesas y botas se vuelven posesiones de un valor altísimo. Uno puede sentir verdadero amor por quien le regale a uno un par de medias y temerle a los trayectos que superan las dos cuadras de intemperie. 

No obstante, y aunque a su vez llovió, hoy el día se mantuvo educado. Lo que me facilitó salir en mi bici negra, de la cual escribiré después, hacia la casa de Letty y Fernando, que son una pareja mexicana y pastoral de la iglesia Menonita Centro de Alabanza. El viaje tanto de ida como de regreso fue difícil, con el frío lo suficiente civilizado como para ser soportado pero a la vez lo suficiente autoritario como para procurar una llegada sin rodeos. Las calles oscuras de las cinco de la tarde y los carros son una prueba siempre que se sale de casa, además que son avenidas viejas llenas de huecos y parches de cemento que no forman una vía plana sino montañosa.

Me abrió Letty, con un saludo de manta cálida, además que usando esa voz tierna que se suele mal confundir con debilidad pero que en realidad expresa un carácter aplomado. Me invitó a sentarme y me preguntó por si quería café o té. Por Dios, obvio café… bueno, hasta que llega con un pan dulce de México y un tarro de Nescafé instantáneo… ¿y qué té me decías?

Hoy no tengo foto de ella, pero sí la de su pan dulce.

El momento mágico de este día fue ése sin lugar a dudas. Cuando ella me mostró la chamarra que había preparado para regalarme, como conversamos, más una camiseta, pantalón y suéter, esto último para mi sorpresa, más  unas frutas y un té de manzanilla. Un momento especial donde fueron protagonistas al mismo tiempo las dos fuerzas más necesarias de la vida: el calor y el frío. Porque para necesitar calor se debe tener frío, y para tener aliento debe sentirse desaliento, y para sentir cariño debe conocerse la soledad. 

Quiero detenerme un momento en la imagen de esa mujer mirándome desde el otro lado de la mesa, detrás de su computador y sus anteojos que cubren dos ojos agotados. Para repetir el poder que se percibe en su voz suave, la grandeza en su personalidad menuda de mexicana aguerrida a la vida, con corazón sensible y detallista, y que en la conversación que tuvimos me repetía con nostalgia, pero de una forma que me hacía sentir más bien como el testigo de una persona que se repite algo así misma, algo así como un tercero que presencia el eco: “que piense diferente, distinto, no nos hace enemigos; ya sabes, podemos tener puntos de vista distintos pero eso no nos hace enemigos, qué interesante ¿no?”.

Y yo me pregunto ¿a qué se refería exactamente? Porque no parecía seguir el hilo de la conversación de manera lírica, más bien buscaba la oportunidad perfecta para repetir esa revelación con una voz inmolada, conocedora de la vida, asentada y en un sentido floreciente pero algo pírrica, así como los sobrevivientes de un naufragio que viajan a la deriva en un bote con la única luz de una lámpara de petróleo.

Autor: B. Javier Márquez

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UN ENVÍO POSTAL PARA REPRODUCIR INDUSTRIALMENTE

December 6, 2019 by Emily Ralph Servant

Tercera parte

Nada más faltaba para completar la mañana que tener que aceptar ese café con azúcar. 

Mi prueba reina en el inglés hasta el momento son las tiendas, de pasajes o café, las que sea que me encuentre en las estaciones del tren -perfectamente considerado como el precursor de la cultura estadounidense, su aborigen más destacado-. 

Bien sea porque los vendedores parecen cargar a cada segundo con un afán prematuro inspirado por los cien trenes que llegarán a la estación en el transcurso del día, o porque en mi momento de ordenar traigo conmigo un presentimiento trágico de que ya perdí el tren de mañana sin siquiera haber comprado el tiquete de hoy, resulta que comprender hasta las más básicas expresiones en inglés se convierte siempre en una verdadera odisea. 

Pero hoy hice el esfuerzo de hacerme entender y sobre todo porque no exagero diciendo que era un asunto de vida o muerte. Traté de reunir la mejor parte de mis habilidades adquiridas durante mis meses de principiante en este lugar, en el cual he recogido un buen repertorio de acentos latinos, indoneses y norteamericanos, para pronunciar con toda seguridad la instrucción correcta: “Please, my coffee without sugar… yes, not ‘ssshugarrr’”. 

Pero al final algo pasó, y era que la mujer que me vendió el café tenía dibujado en su mano derecha uno de esos tatuajes Hindúes, que una vez me ofrecieron por dos mil pesos en Bogotá, y el contorno de sus ojos maquillados como los del mismo Brahma; en otras palabras, en su acento hindú mi voz acentuaba lo directamente contrario. 

A pesar de esta reciente derrota que significa el debilitamiento de una de mis más estrictas fronteras, y que además perdí el tren, o peor, quizá compré un tiquete para un tren que ya se había ido, puedo decir que, aunque con retraso, logré llegar a Lansdale de nuevo, y eso se merece un canto de victoria. 

Además en la espera por el siguiente tren, que fue de 56 minutos, mirando el alboroto metódico de la gente, tuve un descubrimiento súbito que esta misma mañana corrobore en Google: mientras la primera línea de ferrocarril en los Estados Unidos fue inaugurada en 1829, nosotros esperamos hasta 1837, cuando en Cuba las frutas y el Tabaco gozaron la inauguración de la primera línea construida en Latinoamérica. Lo que quiere decir que después de todo fue el tren el primero en llegar tarde, para defensa de nuestro caso.

Pero al igual que las mejores victorias, siempre hay alguien más con quien compartirlas. Y hoy fue con mi nuevo amigo Sheldon, quien estuvo monitoreando desde su celular y pendiente para llevarme de la estación hasta la oficina. Si con la palma de las manos se pudiera percibir el sabor del estado de ánimo de una persona, al estrecharnos las manos con el saludo, él habría sabido que hoy llegaba con la emoción agridulce. 

Una paleta de emociones ha usado esta experiencia de vivir lejos de casa para pintarme de sabores de toda clase: agridulces, ácidos, picantes -a veces muy picantes-, amargos, dulces, umamis…

Y comienzo a sospechar, en esa situación de estar sentado en una silla de Suburban Station, viendo pasar los trenes frente a mí y cómo una mariposa café se anda golpeando con la viga desde donde sale el aire acondicionado, que en el fondo escondo una fascinación por esta incapacidad de pronosticar qué exactamente sucederá en mi futuro más inmediato. 

Si se vale esperar más de lo mismo yo paso la prueba. Porque sería lo mismo que esperar más de momentos como el de hoy en el que he sabido qué es sentirse totalmente perdido en un espacio de apenas diez metros cuadrados y con sólo dos opciones de camino; tener que debatirme entre las fronteras de todo el mundo, incluyendo las mías; tener el consuelo de amigos, que si bien no siempre están a mi lado no obstante siempre andan conmigo; y estar susurrando repetidamente hacia mi interior, que es también una manera de hacer un envío postal, “Jesús, Gracias porque sé que estoy aprendiendo”.

Una foto narrada que sí viene al caso:

NEW JERSEY, 11 pm, en alguna playa, bajo algún puente. 

Estamos pescando con Carlos, César y Kevin, salvadoreños, amigos de la iglesia Menonita Centro de Alabanza, quienes me han invitado repentinamente a venir con ellos en un viaje de dos horas, y yo, siempre dispuesto y a la orden, he dicho que sí. 

A estas alturas ya abandoné la tarea y me dedico a escuchar desde la playa el movimiento de las olas. Entonces miro hacia mi izquierda y la luna se descubre de las nubes. Camino hacia esa parte de la playa y me detengo en la orilla. Entonces con mis ojos comienzo a observar un monstruo de dimensiones titánicas. La luz de la luna toca el fondo del horizonte trazando una alfombra de plata sobre las aguas hasta mi orilla. Ahí yo puedo ver todo el océano y escuchar cómo crujen las olas. Me estremezco, me asusto, me maravillo. 

Autor: B. Javier Márquez

 

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