Por Adriana Celis – originalmente publicado en español por The Mennonite (ENLACE)
“Uuuhh. uuhh… Vamos en el tren…vamos en el tren, a la patria celestial… súbanse niñitos es un tren muy especial … es el tren del evangelio … Vamos niños te invitamos subir a nuestro tren…” Canción infantil de Miguel Bonilla que marcó la vida de la pastora Leticia Cortés. Leticia, es originaria del Distrito Federal, México.
Desde muy joven Leticia, tuvo que soportar momentos de muchas dificultades, de muchos retos a nivel familiar y económico, fueron tiempos duros, muy difíciles en su núcleo familiar, por causa de los constantes abusos de violencia intrafamiliar. Su papá tenía un concepto erróneo de lo que significaba el ser hombre y padre de familia, sometía a su mamá y a sus hermanitos a constantes golpizas, eran víctimas de violencia doméstica.
Desde muy joven Leticia, tuvo que soportar momentos de muchas dificultades, de muchos retos a nivel familiar y económico, fueron tiempos duros, muy difíciles en su núcleo familiar, por causa de los constantes abusos de violencia intrafamiliar. Su papá tenía un concepto erróneo de lo que significaba el ser hombre y padre de familia, sometía a su mamá y a sus hermanitos a constantes golpizas, eran víctimas de violencia doméstica.
El tiempo seguía su curso y ella presenció como los días, se volvieron meses y los meses años y aquella niña se convirtió en una linda jovencita con muchos sueños y deseos de salir adelante, aunque estos sueños se vieran un tanto lejanos. Fue víctima de abuso sexual a los 14 años de edad, en esos instantes todo parecía desvanecerse, su vida, sus metas, sus ideales. Ella se consideraba como una joven flor que empezaba a vivir, era bastante difícil soportar esta dura situación. Ella se preguntó: ¿Tiene Dios un propósito? ¿Podría Dios intervenir?
Aunque todo parecía perdido para ese entonces, ella ya de 18 años de edad, siendo madre de 3 lindos niños, y aunque nadie ni aun ella misma viera un camino diferente al que le ofrecía la tristeza, la soledad y las roturas amorosas, una noche acudió a una Iglesia Pentecostal donde le compartieron del amor de un salvador quien tenía el poder para limpiarla, perdonarla y restaurarla, ese salvador se llama Jesús hijo de Dios.
A los días siguientes a su encuentro personal con Jesucristo, cerca de su casa llego un grupo de misioneros, quien bajo el liderazgo de Thomas Hangler, un amable y querido misionero de la Iglesia Menonita, él vio en ella potencial de servicio, de cómo contando el testimonio de su vida, podía ser de gran ayuda a otras familias especialmente a mujeres que estuvieran pasando por la misma situación de violencia intrafamiliar por la que ella había pasado. Fue de una forma poco imaginada como Leticia inicia sus capacitación bíblica, comenzando su proceso de formación, recibiendo entrenamiento misionero.
Desde esa época hasta la actualidad ha pasado por gratos momentos, se casó con un hombre que la ha amado y respetado, aunque han atravesado procesos difíciles, pero han visto como la mano fiel del Señor los ha fortalecido y ayudado, como dice 1 de Corintios 27-29: ..”En cambio, Dios eligió lo que el mundo considera ridículo…, Dios escogió lo despreciado por el mundo…, y lo usó para convertir en nada lo que el mundo considera importante. Su Padre celestial tenía un plan grande para con su vida y la vida de su esposo e hijos, porque Dios es un buen padre quien es tierno, lento para la ira y grande en misericordia, que sabe nuestra condición como humanos, como polvo que volverá al polvo, quien ve en nuestras vidas potencial, así a otros les cueste verlo.
En la actualidad la pastora Leticia Cortes, trabaja mano a mano, junto con su esposo Fernando Loyola en la Iglesia Centro de Alabanza Filadelfia, E.U., liderando y pastoreando la iglesia, cursa estudios de biblia y teología en el Seminario Bíblico Anabautista Hispano (SeBAH). Ofrece asesoramiento a personas que como ella, han pasado por situaciones de violencia intrafamiliar ayudándolas a salir adelante, mostrándoles que sí es posible salir de esas situaciones. dándoles palabra de ánimo. Amándose a sí mismo, valorándose y sobre todo subirse como dice la canción infantil al tren del evangelio que nueva vida te da.
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