En mayo de 2021, mi esposa Sandra y yo visitamos la Ciudad de Nueva York para celebrar nuestro 51º aniversario. Estábamos regresando a la ciudad que nos había aceptado en los años 70. Vivimos en Nueva York por 11 años, dos de nuestros hijos nacieron allí.
La Ciudad de Nueva York es “una ciudad planetaria,” como lo describe la autora Colombiana Diana Uribe, porque tiene habitantes, comunidades, restaurantes y lenguas de casi todas las esquinas del mundo. Cuando llegamos por primera vez a Nueva York en los años 70, residimos en Astoria, Queens, una zona con una mayoría de italianos y griegos. Era común ver anuncios en griego y italiano y escuchar los dos idiomas mezclados con inglés, pero rara encontrar a gente que hablara español.
Nuestro plan, como parte de la tradición de aniversario, era visitar algunos de los sitios donde en el pasado habíamos vivido. Queríamos pasar por aquellas calles de nuevo, tomar el tren/metro, recordar las estaciones e identificar las tienditas, restaurantes y lavanderías que conocíamos. Queríamos volver al pasado y vivirlo de nuevo.
Todo ha cambiado, nuestras mentes nos estaban haciendo trucos mientras tratábamos de recordar. Bajamos las escaleras de una estación de tren en Astoria, unas que habíamos bajado mil veces. Caminamos un cuadro y a la izquierda descubrimos el lugar donde se ubicaba el supermercado donde antes comprábamos productos. Llegamos a la esquina y delante de nosotros, imponente y resplandeciente, estaba situado el edificio de apartamentos donde dimos la bienvenida a nuestros hijos, Zandra y Javier, con un año de diferencia. ¡Qué sorpresa! A la derecha del edificio estaba la lavandería.
Hace muchos años, en una soleada tarde de primavera, mi esposa llegó a la lavandería. Estaba embarazada de nuestro segundo bebé. Andaba con el carro de lavandería y con nuestra hija de un mes en el cochecito. Hoy me pregunto: cómo manejó ella los dos?
En la lavandería Sandra conoció a una vecina y a su bebé. Los dos empezaron una conversación, y nuestra vecina le dijo a Sandra que le gustaría presentarnos al pastor de la iglesia a la que asistía. Unos días más tarde, el vecino llegó a nuestro apartamento con el pastor, lo presentó, y se fue inmediatamente para cuidar de su bebé, que había dejado solo por unos momentos.
Ese día, con gran sabiduría, amor y conocimiento de las escrituras, el pastor nos habló de Jesús y nos invitó a recibirlo en nuestros corazones y convertirnos en seguidores de él. Ese día mi esposa y yo comenzamos la peregrinación de descubrir y saber cómo convertirnos en seguidores de Jesús. Este ha sido un proceso de aprendizaje maravilloso por más de 46 años, donde nuestra confianza y fe en Dios crece diariamente.