Erwin McManus escribió en el alma artesana “Más allá de la desesperación, siempre ha de haber esperanza, más allá de la traición, siempre debe haber una historia de perdón; más allá del fracaso siempre debe de haber una historia de resistencia. Si la historia de Jesús terminara en la cruz podría ser una historia que vale la pena narrar, pero esa historia nunca podría dar vida. Solamente la resurrección puede generar nuevamente vida.”
El perdón posibilitó en la pastora Dania Hernández renacer. Y es que el perdón desde cualquier perspectiva desde donde se le mire resulta ser muy beneficioso. Dania no quería pasar su vida triste y deprimida. Anhelaba volver a encontrarse consigo misma. A vivir. A soñar. A ser restaurada. A no tener miedo a amar y ser amada.
Su historia aparentemente parecía ser un fracaso como una descalificación social. Al contrario de lo que ella tal vez pensó, esta historia se convirtió en el material desde el cual Dios trabajó. No hubo lágrima que Dios no enjugara, no hubo oración que Dios no escuchara, no hubo miedo del cual Dios no la librara. Solo cuando Dania aprendió a bailar bajo la lluvia, solo cuando entendió que quien decide perdonar es quien se hace el mayor acto de amor propio, las cadenas que la habían atado ya no la controlaban, finalmente fue libre.
Ella encontró el descanso que va más allá de todo razonamiento humano. El descanso que brinda el Espíritu Santo que como susurro tierno y apacible le cantaba al oído “no temas, yo estoy acá contigo, no desmayes”. Ninguna situación por más dura que resulte será para siempre. Conmigo puedes contar, solo mi amor por ti es para siempre”
Volví a enamorarme y me casé nuevamente
Dania concluye su historia con estas palabras: “Yo nunca pensé que podría ser restaurada y menos que podría volver a amar. Pensé que mi vida terminaba en el largo y doloroso proceso del divorcio. Cuando me quedé sin nada, porque financieramente me quedé en la ruina. Anhelaba volver a amar, deseaba estudiar en el seminario bíblico, pero no veía ninguna oportunidad. Cuando todo parecía perdido visualicé esperanza en Jesús. Su amor me permitió bailar bajo la lluvia. Entendí tantas cosas. Dios me restauró. Me recuperé financieramente. Volví a enamorarme y me casé nuevamente. Y me acerqué al corazón de Dios como nunca antes, empecé a estudiar en el Instituto Bíblico Anabautista -IBA donde le doy las gracias a Marco Güete y a Violeta Ajquejay Suastegui por todo el apoyo que me brindaron.”
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