Por Javier Márquez
El año 2022 lo recordaré como “un año para amarrarme los zapatos”. Desde prácticamente la primera semana empezaron a surgir situaciones que poco a poco fueron exigiendo el máximo de mis capacidades para ser paciente, atender con silencio, mantener la fe, actuar con sabiduría, responder sin rencor y seguir positivo.
Un dato importante: también resultó ser el año que más llovió en mi vida. Tanto ha sido que hago el chiste que en las navidades no cantaré el villancico: Y beben y beben y vuelven a beber…, sino que ahora dirá: Y llueve y llueve y vuelve a llover…
Cuando llueve tanto y siempre ves a través de la ventana el día gris, y siempre sales con sombrilla, y siempre miras hacia el suelo precisamente por la lluvia, estás llevando un año en el que el cuerpo recibe esa energía quieras o no quieras y es una tarea más comunicarle al cuerpo que la vida sigue siendo cálida a pesar de que el clima persista en su mal tiempo.
Ese año 2022, no más por darles una corta e incompleta reseña me quedé por un mes sin donde vivir, me enfermé seriamente, perdí dinero, rompí relaciones, se enfermó mi madre… y mucho más. También, percibí por primera vez una sensación de no tener verdaderamente claro hacia donde quería llevar mi vida, no ver con claridad el futuro e incluso sentirme incapaz de cumplir todos los objetivos que en el pasado me había trazado.
Tuve semanas agitadas que pasaron sin cerrar la puerta, meses lentos que únicamente quería que se acabaran y días que solo recuerdo gracias al clima: fueron días grises y lluviosos. Y en medio de tanto, a pesar, estoy convencido que mi luz interna nunca se apagó, quizá se empaño, y se vería como un bombillo sucio, pero no dejó de brillar.
En ese año aprendí lo poderoso que soy junto a mi familia, lo afortunado que soy al tener tantos amigos por el mundo y justo aquí en mi ciudad, y me agradezco por mi obstinación a repararme siempre hasta poder andar nuevamente sin ningún polvo de frustración. También me conocí incluso más, vi cómo tendía regularmente a hacer humor de mis pequeñas o grandes desgracia; curiosamente fue el año que más se me vio reír, poniendo muchas veces rostro de borracho contento, pero todo siempre fue como un método de protección en los días cuando arreció con más estupor la tormenta.
Puedo decir que terminé el año mucho mejor de como lo inicie, que prácticamente todos los líos exteriores e internos se han calmado, he recibido buenas noticias; amigos de otros países me han ido contactando únicamente para saludarme y eso es fascinante, que vuelvo a sentirme el hombre que puede lograr lo que sea y que tiene la pasión y la dedicación para intentarlo, como antes, nuevamente, aunque más maduro, y que ya estoy tocando playa, pero de la otra orilla.
Ese año también fue bastante agitado para nuestra conferencia Mosaico, fue coyuntural e histórico, se puede decir que sentimos algo parecido a un sismo, pero igual que yo: Seguimos en pie.
Les comparto mi deseo de cómo terminé el año: Navidad quiere decir en latín Nacimiento. Que el 2023 sea un año de nuevos nacimientos para todos, o de renacimientos, si aplica mejor. Confiemos en Dios.
The opinions expressed in articles posted on Mosaic’s website are those of the author and may not reflect the official policy of Mosaic Conference. Mosaic is a large conference, crossing ethnicities, geographies, generations, theologies, and politics. Each person can only speak for themselves; no one can represent “the conference.” May God give us the grace to hear what the Spirit is speaking to us through people with whom we disagree and the humility and courage to love one another even when those disagreements can’t be bridged.