por Fernando Loyola
Transcribed and translated by Andrés Castillo
En el cuarto de mi padre encontré un pasaje Bíblico: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mat 5:8). No me consideraba de limpio corazón, al contrario, en aquellos días tenía problemas con el alcoholismo y era abusivo en mi trabajo de policía. Se me salieron lágrimas.
En este contexto, en México, recibí mi llamado. Ni era cristiano, ni sabía lo que significaba leer la Biblia.
Espontáneamente me llegó el deseo de seguir a Cristo, pero no sabía cómo. Compartí esto con mi mamá y me respondió: “ya sigues a Cristo”. Era verdad que mi familia era católica, pero aún los narcotraficantes eran católicas. Le contesté, “siento que seguir a Cristo es algo más”.
Un día mi hermano mayor me presentó a Kirk Hanger, un misionero menonita y por medio de él conocí el evangelio. Empecé a ir a la iglesia, donde conocí a mi esposa, Letty. Comencé a estudiar y me hice maestro. Aunque todavía no entendía lo que significaba seguir a Cristo, no tomaba alcohol y las cosas me iban mejor.
Lamentablemente, el salario aumentado del nuevo trabajo me influyó y tuve un recaído del alcoholismo. Dejé de ir a la iglesia y le quitaron el liderazgo a mi esposa. Empecé a ser psicológicamente abusivo con ella, lo que hizo que ella me dejara y se llevara nuestras dos hijas. Hice lo que mejor sabía hacer: volví a tomar.
Estaba listo para dejarme morir, hasta tal punto que me dio una congestión alcohólica y mi hermana, que era enfermera, me ayudó. Durante este tiempo, el Señor me recordó de algo que había dicho: “Dios, sé que existes, pero quiero vivir mi vida de mi manera”.
Fui a un centro de rehabilitación. Durante mi tiempo allí, sentí que El Señor me estaba llamando para ir a Estados Unidos. Sabía que mi esposa, Letty, estaba allí y mientras terminaba mi programa, ella me llamó para que fuera a ese país.
A pesar de los posibles peligros, creí que era lo que debía hacer. “¿No es Estados Unidos mío?”, Dios me preguntó. El siguiente día empecé el viaje y logré llegar donde vivía mi esposa. Este llamado realmente era de Dios.
Por un tiempo fuimos a la iglesia en Denver, trabajamos y vivimos “el sueño americano”. Un día por medio de Kirk Hanger mi esposa recibió una llamada para ir a Filadelfia. Pasaba un tiempo como ayudante a ella cuando de pronto recibimos una llamada, Aldo Siahaan de Philadelphia Praise Center (PPC) buscaba un pastor que pudiera ayudar a alcanzar la comunidad hispana.
Llegué a PPC y me empezaron a decir “pastor”. No me sentía digno: “Dios, confirma este llamado, y que no falte comida en mi casa”.
Ahora vivimos a pocos minutos a pie del Centro de Alabanza de Filadelfia que está en renovaciones. Estoy estudiando en el Seminario bíblico menonita anabautista (AMBS). Unos hermanos de la iglesia están estudiando con el Instituto bíblico anabautista (IBA) y con el Seminario bíblico anabautista hispana (SeBAH) y mi esposa y yo lideramos estudios Bíblicos.
Tenemos dos hijas: Fernanda, 22, que trabaja en un restaurante y apoya con la alabanza tocando el piano; y Daniela, 19, que está estudiando leyes en la universidad.
Mis pasatiempos favoritos son ver películas sobre hechos reales junto con mi esposa y leer de temas bíblicos.