Dania Hernández podría encontrar su historia en los muchos lugares que ha recorrido. Cuando tenía 20 años y vivía en Nicaragua con su familia, emprendió un viaje sin retorno en compañía de su novio para los Estados Unidos. Cada lugar que recorrió, cada comida que probó, cada aroma que olió, cada persona que conoció, cada decisión que tomó, la condujeron a vivir las experiencias que hoy hacen parte de su existencia.
De su resiliente y conmovedora historia, ella nos comparte el difícil y peligroso paso por la frontera entre México y Estados Unidos, ¿Era consciente del peligro al que se exponía? ¿Qué pasó después de llegar a Estados Unidos? ¿Cómo sobreponerse de las circunstancias más duras? ¿Puede el perdón posibilitar un renacer?
Dejó Nicaragua y el gallo pinto y la mitad de su Vida
Dania dejó Nicaragua y con ella la mitad de su vida. El “gallo pinto” de los domingos, las fiestas con los amigos, las calurosas navidades, las siestas después del almuerzo, el calor de su hogar. El camino hacia Estados Unidos es largo, es extraño, y al mismo tiempo es emocionante y maravilloso; es una mezcla de sensaciones dulces y agrias “que se revuelven en tu interior”, cuenta Dania.
“Yo me sentía como en un fragmento de una película, para mí era más una aventura de juventud, no tenía conciencia de los peligros a los cuales me enfrentaba, sin darme cuenta era la protagonista de la película de mi vida donde Dios tuvo cuidado de cada paso que di.”
Sin importar cuán difícil y peligroso fue avanzar en medio del camino que la llevaría al sueño americano… No titubeo ni un segundo y fue así que con paso firme y seguro junto con su novio de aquel entonces, cruzó el largo y peligroso camino por la frontera. Un camino lleno de una espesa y densa vegetación. Dormían y comían en lugares improvisados. Aquello no importaba pues, estaba cada vez más cerca de alcanzar la meta que habían visualizado.
Algunas veces en el día, la transportaban a ella y al otro grupo de personas con las que viajaba en un camión de carga, mientras que en la noche los dejaban en otro lugar donde tenían que recorrer largos kilómetros para poder llegar cerca del desierto. En otras ocasiones era al contrario, caminaban en el día bajo altas temperaturas donde pensaban que el calor los iba a insolar. No habían llegado aún a la frontera, pero Dania se sentía tan viva, tan llena de fe y esperanza por la nueva vida que iniciaría.
Finalmente pudo llegar a la frontera. Su paso no fue traumático, pero en el camino tuvo que despedirse de otras personas que no pudieron alcanzar aquella meta porque la muerte se encontró con ellas “Contra viento y marea pudimos llegar a Filadelfia donde un hermano fue nuestro soporte y apoyo.” Cuenta Dania.
Nota del editor: La parte II de la historia de Dania continua la próxima semana.
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