Escrito originalmente por Jenny Castro, adaptado por Marco Güete
En el año 1970 después de que un amigo mutual nos presentara en Cartagena, Colombia, sabíamos que nos queríamos casar. Sandra tenía 19 años; yo tenía 18.
Crecí mudándome con frecuencia, asistiendo a una variedad de colegios católicos; rara vez viví con mis papás. Por medio de estas experiencias desarrollé confianza en mis habilidades, y un sentido de independencia.
Poco después de que nos casáramos, viajé a Estados Unidos para hallar trabajo y establecerme, Sandra se quedó en Colombia. Nos reunimos ocho meses más tarde y nos inscribimos en clases, Sandra aprendió inglés y yo estudié los computadores IBM.
Yo era agnóstico, no asistíamos a la iglesia. No creía en nada relacionado con la iglesia o con Dios, pero un día una vecina invitó a su pastor para que hablara con nosotros, fuimos confrontados por el evangelio. Aquel día, Sandra y yo decidimos seguir a Jesucristo y con el tiempo fuimos invitados a una iglesia pequeña menonita.
Después de un año de deliberación y discernimiento, hicimos un salto de fe, vendimos el negocio que teníamos en Nueva York y nos mudamos a Goshen, Indiana para que yo asistiera a Goshen College. Después de graduarme, nos mudamos a Illinois y me inscribí en el Seminario Teológico Northern Baptist (Seminario Teológico Bautista Norteño) en la ciudad de Lombard para que yo terminara el máster en estudios teológicos. Éramos jóvenes, teníamos mucha energía.
Durante varios años trabajamos sobre la plantación de iglesias en Chicago. Yo también era el nuevo director del Departamento de Ministerio Hispano de la General Conference Mennonite Church (la Iglesia Menonita de la Conferencia General). A través de este trabajo me llegó a la mente una idea, la cual se convertiría en el Instituto Bíblico Anabautista (IBA).
En 1988 hice un borrador de una propuesta, creando un esquema de las primeras lecciones de un manual de instrucciones. En la celebración del 25º aniversario de IBA, más de 1.000 personas habían completado el programa y muchos servían la iglesia.
Sandra y yo hacemos casi todo juntos, nuestros proyectos siempre han sido colectivos: de ministerio, negocios, viajes y muchas aventuras. Cuando corremos riesgos, corremos juntos.
Por 51 años hemos estado juntos, corriendo riesgos. En los años noventa regresamos a Colombia, donde serví como director del Centro de Recursos Anabautistas de América Latina (CLARA) y el Seminario Bíblico Menonita Colombiano. Mi nombre estaba en la lista negra del ejército colombiano por la posición de objetor de conciencia de la iglesia.
He servido como Ministro Adjunto en la Conferencia Western District (Distrito Occidental) y la Conferencia South Central (Centro Sur), Ministro de la Conferencia Southeast Mennonite (Menonita Sudeste); hoy sirvo como Ministro de Liderazgo en la Conferencia Mosaico.
La vida ministerial no ha sido fácil. Ha habido momentos cuando el trabajo ha requerido que yo viajara sustancialmente y que dejara a Sandra y los niños en la casa. “El periodo más difícil fue el de la adolescencia,” dice Sandra riéndose. “Mis niños se comportaron bien, pero los adolescentes son adolescentes, todo siempre pasó cuando Marco no estaba.
Disfrutamos de la vida en Sarasota, Florida: del trabajo, de la comunidad de fe y de nosotros mismos, el uno del otro. Un día cuando caminábamos en el centro comercial, susurré al oído de Sandra, y se empezó a reír. “Una señora nos acercó y nos dijo, ‘Ver a ustedes dos me hace creer en el amor,’” compartió Sandra. “¡Se sorprendió al enterarse de que hemos estado casados por más de 48 años!”
Nunca paramos de aprender. Mientras cambiamos y crecemos con los años, arreglamos unas cosas y nos damos cuenta de que hay otras áreas sobre las cuales necesitamos trabajar.
The opinions expressed in articles posted on Mosaic’s website are those of the author and may not reflect the official policy of Mosaic Conference. Mosaic is a large conference, crossing ethnicities, geographies, generations, theologies, and politics. Each person can only speak for themselves; no one can represent “the conference.” May God give us the grace to hear what the Spirit is speaking to us through people with whom we disagree and the humility and courage to love one another even when those disagreements can’t be bridged.
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