Escribo desde Ohio, mientras reviso las cartas viejas de mi padre y vacío su antigua oficina en la Universidad Estatal de Wright. Además, ayudo a mi madrastra a recoger los trozos de un mundo puesto al revés por el COVID-19. Supongo que tampoco he terminado de procesar que hace dos meses, mi padre se convirtió en una estadística, una de las 562.000 personas que murieron del COVID-19 en los Estados Unidos y de las 2,94 millones en el mundo entero. Nunca pensé que nos podría pasar a nosotros.
Hay una sensación sorprendente de solidaridad cuando fallece un amado durante una pandemia. Mi familia y yo fuimos conmovidos cuando recientemente caminamos por el Paseo de Luces de Remembranza y Esperanza de la Iglesia Menonita de Salford, donde cada luz puesta en el piso representaba el fallecimiento de 1.000 personas en los EEUU y 5.018 en el mundo entero del COVID-19. No estamos solos, compartimos la sensación de pérdida con otros igual que la profunda sensación de que Dios nos sostenga, hasta cuando siento un vacío dentro de mí.
A pesar de esta pérdida, tengo mucho que agradecer: el trabajo es estable, la vivienda es segura y mi esposa puede ayudar a nuestros hijos a progresar en las clases virtuales. Mi hijo solo recordará lo que vivió por medio de los libros de historia muchos años posteriormente. La decisión más difícil que tomé fue si o no refinanciar la casa, un problema del primer mundo.
Está dolorosamente claro que la pandemia no ha afectado a todos de igual manera. Estoy agradecido de que el Fondo Shalom de la Conferencia Mosaico exista, y que dé oportunidades a los—como yo—que pueden ayudar de manera tangible a los que lo necesitan. Veo las formas en que el Fondo Shalom ha permitido a congregaciones como Nations Worship Center (Filadelfia) a distribuir 40 bolsas por semana a vecinos necesitados; la iglesia Ripple Inc. (Allentown), a distribuir 600 comidas por semana. Veo como el centro comunitario de Crossroads crea “Cápsulas de Aprendizaje” para los jóvenes del norte de Filadelfia. Todavía oigo las palabras del pastor Jaye Lindo, “¿Podríamos hacer más? ¿Se satisfacen las necesidades de la gente?”
Al reflexionar sobre el retiro de la conferencia del año pasado, la moderadora Calenthia Dowdy apreciaba nuestro nuevo nombre, Mosaico, pero nos advirtió que debemos cumplir con el mensaje que lleva. Como han compartido Steve Kriss y otros, “Estamos viviendo hacia nuestro nuevo nombre. Todavía seguimos convirtiéndonos en el Mosaico. Seguimos convirtiéndonos.” Siento que vemos ojeadas de esto llegando a buen puerto mientras seguimos apoyándonos el uno al otro como fragmentos de un mosaico, dentro de la comunidad multifacética que tenemos en esta conferencia.